Niños que coleccionan dinosaurios.
El mundo está lleno de niños que coleccionan dinosaurios.
Imágenes, juguetes y hasta supuestas reproducciones a escala.
Todo sirve.
Todo es parte de una sensación cuyo nombre desconozco.
Miguel, por ejemplo, lleva hoy día un pteranodón.
Antonio lleva un estegosaurio.
Andrés dibuja una especie de brontosaurio en uno de sus cuadernos.
Todos parecen concentrados.
Yo los cuido por un momento.
Es parte de una actividad, pero también son, sin duda, sus
pertenencias.
Debo estar media hora con ellos.
Cuidarlos solamente, me
dicen.
Que el tiranosaurio de Álex no le muerda el ojo a Anita.
Que Amanda no destroce, por envidia, el dinosaurio amarillo de Josefa.
Cosas de ese estilo.
¿Saben que significa extinto?,
les pregunto.
Algunos tienen ideas.
Las comparten.
Lo que se acabó, dice Pedro.
Lo que se acabó para siempre, dice Álex.
Los huesos, dice Amanda.
¿Saben por qué se extinguieron
los dinosaurios?, pregunto entonces.
Ellos repiten viejas teorías.
Meteoritos. Hielo. Inundaciones.
Han escuchado más de lo que esperaba.
De viejitos, dice entonces Paula y algunos ríen.
También ríen, por cierto, cuando Miguel cuenta que su pteranodón se lo
regalaron por error.
Y es que su madre le celebró con un mes de anticipación su cumpleaños.
Incluso invitó algunos compañeros y preparó la sorpresa.
Miguel cuenta que se dieron cuenta del error, pero que igual comieron la
torta.
Esa vez le regalaron el pteranodón.
Un animal extinto.
¿Saben qué otras cosas se
extinguen?, les pregunto entonces.
Ellos dicen que sí y yo intento contarles otra historia.
A poco de empezar, sin embargo, el tiranosaurio de Álex le muerde el
ojo a Anita.
Y claro, Amanda destroza el dinosaurio amarillo de Josefa.
Todo según lo previsto, recuerdo.
Justo en ese instante, más encima, llega la profesora de aquel ciclo.
No alcanzo siquiera a despedirme de los niños.
De todas formas, me digo, el mundo está lleno de niños que coleccionan dinosaurios.
Lo último que veo, al salir, es a Miguel protegiendo su pteranodón,
como si fuese un símbolo.
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ResponderEliminarNo sé si es este el que decías. Puede ser. http://vian-ordenarlabiblioteca.blogspot.com/2012/05/el-tiranosaurio-que-queria-cambiar-una.html
ResponderEliminarGracias.
Ya fueron todo lo espantosamente patudos y mismocéntricos mis comentarios anteriores, así que no se puede empeorar la cosa con un comentario tonto más: me requetecontrasuper encantó la respuesta de paula, espero la historia pasara en verdad y ella sí dijera "de viejitos"!
ResponderEliminarLas cosas extintas nos despiertan melancolía. Nos dan tristeza porque ya no existen, son casi fantasías.¿quién puede decir en realidad como era un tiranosaurio, de qué color exacto era su piel, cómo sonaba su rugido?
ResponderEliminarExistieron y a la vez son legendarios, porque ningún ser humano los vio, como comenta Neogeminis. Y a la vez la imaginación puede ser algo científico. Hay quienes han llegado a la ciencia como un juego.
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