I
C invita a R a su nueva casa. Aunque le advierte,
eso sí, que en realidad se trata de la antigua casa. Por lo mismo, R no
entiende, pero a C no le preocupa que lo entiendan. Solo quiere que alguien vea
su nueva casa. Y claro, si es R quien la vea, mucho mejor. Y es que R, compañero
de trabajo de C -aunque no tan cercano porque en realidad trabaja en otro departamento
de la empresa-, ya conocía la casa en su antigua versión, es decir, con los
muebles que A se llevó, cuando se fue de ahí, hace casi dos meses. Por esto,
piensa C, R puede ser un buen observador de los cambios de la casa. C, por otro
lado, también siente que ha sufrido un cambio, aunque nadie en la empresa se
percata de aquello.
II
R llega a casa de C. Y claro, no se preocupa por
comprender aquello de “nueva casa” de lo que hablaba C, con insistencia. De
hecho, R le dice a su mujer por teléfono: Voy
un rato a casa de C. Es decir, R no menciona ni por un momento que C habló
de una nueva casa. Quizá por eso, C se siente un poco molesto con R –al menos
según la percepción de R-, y el ingreso a la nueva casa, por tanto, se
convierte en una acción que podríamos calificar de incómoda. Ambos se miran. C
gira la llave y abre la puerta, mientras espera la reacción de R, que está a su
lado. ¿Es o no es una nueva casa?,
pregunta entonces C, y R no sabe bien qué debe responder.
III
La casa está distinta, piensa R. Es decir, casi
todos los muebles están fuera de sitio, según recuerda. Además, tampoco están
los otros muebles que se llevó A, cuando se fue de aquel lugar. C parece
orgulloso. Le enseña su casa a R y hasta lo invita de inmediato al bar y le
prepara un trago. Mientras lo bebe, R recuerda que justo en la muralla de
frente al bar estaba las fotos de familia de C. Por lo general C con su mujer,
en restaurantes, en recitales, o hasta de compras en alguno de sus viajes. Ahora,
en cambio, observa R, apenas está un cuadro de C con un pescado gigante. Un día
de pesca, claramente. C y un pescado de aproximadamente 20 kilos. No hay nada
más en esa muralla, piensa R.
IV
R regresa a su casa, junto a su esposa. Entonces, R
le cuenta a su mujer sobre la idea de casa
nueva, de la que hablaba C. Es como
si hablase de vida nueva, cuenta C, pero la mujer no lo toma en cuenta. Fue extraño, insiste R. Minutos después,
la esposa se ha dormido, junto a R. Y es que C también estaba bien, piensa R.
Es decir, él mismo también tiene cosas… fotos, cosas seguras, piensa. No quiero terminar con una foto en que
aparezco junto a un pescado, se dice. Y claro… a medio dormir sigue
pensando en aquello. Sueña con aquello, incluso… Una mezcla entre la casa vieja
y la casa nueva de C, la foto con el pescado y hasta unos cuadros tipo
Magritte. Finalmente, R se despierta. Ya es de mañana, piensa. Su mujer duerme
al lado, sin movimiento alguno, como si nada le importase.
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