domingo, 19 de febrero de 2012

Por dónde empezar.



Podría contarlo a modo de chiste. Decir por ejemplo que fui donde un doctor y conversamos lo siguiente:

-Doctor, me duele cuando hago esto, ¿qué me recomienda?

-Sencillo, Vian, no lo haga.

Pero claro, además de fome, el chiste estaría faltando a la verdad, pues si bien el dolor existe, no viene a mí ante una acción determinada.

Además, debo reconocer, puedo vivir con el dolor, e incluso jugar con las palabras y llamarlo “incomodidad”, para aliviar la carga.

Así, mis amigos me recomiendan cambiar de trabajo, o dejar de exigirme en algunos aspectos, o simplemente alejarme de todo.

-¿Te acuerdas lo que decía Tennesse Williams sobre la muerte? –me dice uno de ellos.

Yo no respondo.

-Decía que lo verdaderamente contrario a la muerte no es la vida, sino el deseo… da lo mismo de qué, pero el deseo nos aleja de la muerte, nada más.

-¿Y?

-Que tú no estás deseando nada, por eso estás así, como muerto.

Y claro, es cierto que estoy un poco muerto, pero es falso que no desee nada. El problema real es que cada día creo menos en la posibilidad de que se cumplan las cosas que deseo.

-¿Qué deseas? –dice entonces mi amigo.

-Eh… no sé bien –digo yo-, creer un poco en los otros, supongo… en la bondad de los otros…

-¿Para qué? –insiste él-. ¿No te basta creer en ti… en tu propia bondad, por ejemplo?

Y yo lo pienso un rato y evado el tema. Un poco porque cuestionar la bondad de uno debe ser algo íntimo y otro poco –un poco grande en verdad-, porque me es difícil explicar la necesidad que tengo de creer en los otros, de afirmarme en los otros, incluso, para sostenerme yo mismo.

Y es que no sé por dónde empezar, para explicarlo, realmente… Es decir, vuelvo a mi vida de profe en un par de días, debiese entregar una novela para jóvenes en un par de semanas, debiese organizar mi año para que puedan darse bien una serie de proyectos… pero al final, todo deviene en una especie de dolor. Un vértigo casi, como si todo aquello que hago estuviese siempre destinado a ser lanzado hacia un vacío… y claro, el problema aumenta cuando uno siente estar presente en lo que hace, y el vacío del que hablo comienza a hacerse presente también, dentro de uno.

Por otra parte, sé que no se trata de algo excepcional. La vida de todos tiene dificultades y las mías pueden sin duda ser menores que la del resto… pero a veces siento que estoy viendo todo con los ojos demasiado abiertos, y la realidad metiéndose en uno, suele hacer pedazos lo que tenemos dentro.

-Soñé que todos éramos un hot dog sin salchicha –recuerdo que me dijo alguien alguna vez.

Y claro, esa vez, todos rieron.

Hoy, sin embargo, me tomo en serio esa imagen y me parece cada vez más cierta.

Y es que así como existían esas comedias llamadas “¿Dónde está el piloto?” o “¿Dónde está el policía?”, quizá debiese también crearse una película –más dramática, por cierto-, que se llame “¿Dónde está mi salchicha?”, donde se hable sobre la búsqueda de aquello que debió estar al interior de nosotros, para darnos un significado completo.

-Pero eso parecería título de película porno –me dice entonces uno de mis amigos, que ha estado atento a mis palabras.

Y claro, yo le doy la razón y hasta lo dejo bromear sobre el asunto.

Después de todo, me digo, yo no sé siquiera por dónde empezar, a salir de todo esto.

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