Es divertido lo que no se recuerda. Es decir, es divertido cuando se recuerda luego de haberlo olvidado. Quizá no sea una ley universal, claro, y alguien pueda pensar en experiencias traumáticas olvidadas y en un sinnúmero de otras situaciones que yo simplemente dejo de lado porque mis conclusiones suelen basarse en mis propias experiencias y también porque la frase inicial me gustó y no quiero cambiarla. Es decir: es divertido lo que no se recuerda. Al menos para mí.
Eso pensaba mientras fotografiaba y hacía una especie de reportaje a un extraño campeonato de fútbol que organizamos en una pequeña ciudad al sur de Chile.
Les explico cómo funciona el campeonato.
Primero, se organizan equipos reunidos desde distintas partes de Chile, con la única condición que todos los integrantes de un equipo posean un mismo nombre (entendiendo nombre como el nombre de pila y el primer apellido).
Segundo, se establece un mínimo y un máximo de integrantes por equipo y se les invita a venir a la ciudad en cuestión y hospedarse en un mismo recinto, acompañados de sus familias.
Tercero, se juega un torneo de todos contra todos –esta vez formamos solo 5 equipos-, y se filman los encuentros y una serie de entrevistas entre los jugadores de cada plantel y sus familias, propiciando una serie de confusiones y/o mezclas entre las historias de vida planteadas por los hombres que poseen el mismo nombre.
Por último, el resultado de estas filmaciones, pasa a formar una especie de documental que aún no se encuentra totalmente financiado y que esperamos tener editado para fines de este año, si todo sale según lo planificado.
Ahora bien, ¿por qué cuento esto?
Sencillo: porque a partir de un integrante del equipo del que formo parte recordé algo que hice en mis tiempos de colegio y que tenía totalmente olvidado.
Me refiero a que hoy, mientras entrevistaba a uno de los Vian que forman mi equipo –no entraré en más detalles del nombre, por cierto-, este hombre me contó que un Vian lo había llamado hacía casi 15 años, con una idea parecida.
-Era un chico que me contó que estaba llamando a todos los Vian de la guía de teléfonos –me dijo-, tal como en este campeonato, y comenzó a hacerme una serie de preguntas sobre mi vida…
-¿Pero ese chico que lo llamó…? –intenté preguntar.
-También tenía el mismo nombre –se adelantó a responder-. Primero me habló de un proyecto escolar, o de un libro y luego simplemente confesó que tenía el mismo nombre y que quería saber cómo era la vida que yo llevaba…
Luego el hombre siguió recordando aquel incidente y yo tomaba apuntes, sin dar luces sobre lo que realmente estaba pensando.
Y es que como supondrán –si se entendió mínimamente lo que estaba contando-, el chico al que hacía referencia aquel tipo era yo, y el incidente que contaba formaba parte de una serie de llamadas que realicé en mi último año de enseñanza media para hablar con gente que tuviese mi mismo nombre, y obtener alguna información.
¿Y saben…? Todo este campeonato-documental, pienso ahora, no es más que una reelaboración de esa primera idea, encubierta por otros fines, claro, y otros nombres… pero en definitiva, no es más que un nuevo intento de robar algo de la vida de los “otros yo” que andan por ahí, viviendo de una forma que siempre he sospechado, es mejor que la que vive uno.
-¿Y para qué pensó usted que llamaba realmente ese chico? –le pregunto entonces a ese Vian.
-No sé –me dice él-, pero me dio la impresión que no le gustaba la vida que yo le estaba contando… no para él al menos…
-¿Por qué…?
-No sé bien, pero me dio la impresión que quería que justificara mi forma de vivir… que lo convenciera, no sé… era un chico extraño –concluye.
Y sí, pienso ahora, supongo que era extraño. Y quizá tenga razón en lo otro también, pues en el fondo, no me gustaban tampoco las vidas que me contaban los otros Vian, o al menos, no me convencían…
Y es que yo me sentía más bien como un viajero en el tiempo. Alguien que viajaba a indagar en su propio futuro las formas posibles de vivir en que podía caer, para robar la que me pareciera más verdadera, o más honesta…
Ahora bien, ¿hubo alguno que me contara algo similar a lo que he llegado a ser yo, actualmente? ¿Hubo alguien que me dijera que en realidad no entendía bien cómo estaba viviendo, o que me contara que tenía un hijo hermoso, o que confesara que se sentía fuera de lugar…? ¿Hubo alguien a quien le robé la idea de cómo vivir, como en la película “12 Monos”…?
Sinceramente, no lo recuerdo… y quizá sea mejor no recordarlo…
Además, es divertido lo que no se recuerda, ¿no creen?
Otra vez jugando con los rizomas y la lógica modal???
ResponderEliminarSí, es divertido. Aunque depende del contexto en que se recuerde y del tipo del ídem. En estos momentos, acabo de acordarme...Guau!
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