-Me pasó una vez hace seis años –dijo el viejo-. Yo había salido en esta misma lancha a pescar cuando de pronto comenzó el viento... ¿usted conoce el viento?
-Eh… sí… –contesté-. Yo creo.
-Yo pensaba lo mismo, pero me di cuenta que no –continuó-. Y me di cuenta en medio del lago, cuando el viento comenzó a silbar de un modo extraño y luego todo quedó como quieto, como si hubiese llegado alguien a instalarse en el agua.
-¿Alguien…?
-Alguien –se apuró a aclarar el viejo-, pero un alguien que fuera también el agua, como una presencia…
El viejo hizo aquí una pausa.
-¿Y entonces? –le pregunté.
-Entonces fue que apareció el pez… ese que nadie me cree…
-¿Cuál pez?
-¿No le contaron mi historia…?
-No –le dije-. ¿Cuál pez?
-El pez que era yo, uno que tenía mi rostro.
-¿Y qué pasó?
-Pasó que el pez picó, y yo comencé a subirlo, justo después que se detuvo el viento –cuenta el viejo-. Y cuando lo subí y lo iba a golpear descubrí que tenía mi cara…
-¿El pez era igual a usted?
-No es que fuera igual, o parecido, es que el pez tenía mi rostro…
-¿Algo así como un robo?
-No sé si un robo –dijo el viejo-, pero él tenía el rostro que yo había usado hasta ese entonces…
-¿Y qué sucedió luego? –pregunté.
-Pasó que me asusté y quise soltar el pez, sin pensármelo mucho… pero entonces fue que el pez se me pegó en las manos, como si hubiese sido un anzuelo…
-¿El pez como un anzuelo?
-Claro, como si alguien lo hubiese enviado de señuelo para que yo picara…
-¿Y picó?
-Sí, de cierta forma –señaló, cambiando el tono-.
-¿De qué forma? –insistí.
-Se me pegó en las manos –explicó-, y comenzó a tirarme hacia abajo…
-¿Hacia el agua?
-Sí –afirmó-, como si quisieran bautizarme de nuevo, como a los niños chicos…
Luego el viejo se quedó en silencio un momento, para liar un cigarro.
-¿Y cómo lo hizo para recuperar su rostro? -pregunté finalmente.
-Pues para ser sincero –dijo el viejo-, no quedé con mi rostro… es decir, seguí siendo yo, pero me habían cambiado las facciones por estas que tengo ahora…
Luego de eso, el viejo se fue con su cigarro hasta la cabaña que tenía en un extremo de la isla, y yo me quedé pensando en lo que me dijo, a la orilla del lago.
Estaba esperando que amainara el viento, claro, para volver a entrar al agua, y ese momento se acercaba.
Y claro, yo preparé el anzuelo.
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