I.
Me había quedado en una esquina. Era un lugar tranquilo y quería terminar un capítulo de “La broma infinita”, de Foster Wallace.
Ya estaba por lograrlo cuando un auto se detiene a un costado y un hombre se asoma por la ventana.
-¿Usted llamó el taxi? –me pregunta.
-¿Qué?
-Que si usted llamó el taxi.
-¿Cuál taxi?
-Este taxi, po hueón…
El hombre que me habla es el chofer del auto, por supuesto.
-Yo no lo llamé –le dije.
-¡¿Me está tratando de mentiroso…?! –insistió.
Yo no contesté.
En eso, afortunadamente, otros autos pasan por la calle y comienzan a apurarlo, tras verlo detenido.
-¡¡Me las vas a pagar, ahueonao…!! –grita el hombre, mientras se aleja.
II.
-Foster Wallace se mató por tipos como estos –dice entonces un viejo que estaba a mis espaldas.
-¿Qué…?
-Que se mató por eso –sigue el viejo, apuntando mi libro-. Yo también lo habría hecho.
-¿Qué cosa?
-Matarme por tipos así… sociedades enteras así… -divaga el viejo-. Es que uno debe tener algo que dé sentido cuando nadie más lo tiene, ¿no cree? ¿Ha leído a Oliver Sacks?
Yo lo había leído, pero negué para no hablar.
Entonces el viejo comenzó a contar algunos de los casos clínicos de Sacks y a comentar sobre una serie de otros autores que hablaban sobre la pérdida de la humanidad en los individuos de la sociedad actual.
-Pero tú debes saberlo –dice entonces-, estás con Foster Wallace… no cualquiera lee a Foster Wallace.
-No lo estaba leyendo –mentí-. Nunca he leído a Foster Wallace.
El viejo pareció molestarse y guardó silencio un momento.
-Por tipos como tú se mató Foster Wallace –me dijo finalmente-, tú eres peor que el taxista…
-¿Usted llamó el taxi, cierto? –le pregunto, mientras se voltea.
Pero el viejo no contesta, y se aleja del lugar.
III.
Y bueno, fue así que volví a quedarme a solas con el libro de Foster Wallace… cuestión que equivalía, prácticamente, a quedarse a solas con el propio autor y poder preguntarle algunas cosas.
Y es que leer, pensé, quizá sea la única forma de entender por qué llega a darse muerte alguien como él, y de paso, tal vez nos sirva para entender por qué seguimos vivos, de cierta forma, todos nosotros.
Y claro, debo reconocer que aquello sonaba bien hasta segundos después que lo escribí.
Y es que luego lo leí, y pensé otra cosa.
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