Todo comenzó cuando un chico tocó el timbre del departamento para contarme que yo estaba siendo parte de una estafa.
-A usted lo engañan –me dijo, con tono decidido.
Yo lo invité a pasar.
-Se trata de los metros del departamento –continuó-. Ustedes pagan por un departamento de 62 metros cuadrados y tras la revisión de los planos he descubierto que solo son 59.5, incluyendo los clósets… ¿me dejaría comprobar?
Y claro, yo lo dejé.
Fue así que tras una serie de demandas colectivas y negociaciones –de las que por supuesto no participé-, la empresa constructora nos quiso compensar con un espacio mínimo designado, en las áreas verdes particulares del edificio, junto a una pequeña piscina.
-Será un espacio de pasto designado para cada uno de los habitantes –dijo-, dichos espacios, si bien son pequeños, están diseñados para poner una toalla y tenderse al sol, tranquilamente…
Sin embargo, pienso ahora, fue aceptar ese pequeño trozo de tierra lo que ocasionó los problemas.
Y es que recuerdo que fue entonces cuando los habitantes beneficiarios decidieron delimitar esos pequeños espacios, iniciándose las primeras discusiones.
-¿Y dice usted que no delimitará su área? –me decían.
-No es necesario –les contestaba, pero ellos no comprendían.
Así, sucedió que en mi área el pasto fue creciendo disparejo, pues los otros habitantes se habían organizado para pagarle a un jardinero que mantenía todo en perfectas condiciones, salvo mi espacio.
-¿Está seguro que quiere seguir con esto? -me preguntaban.
-¿Con qué?
-Con esa idea de ser distinto –me aclaró-. ¿Sabe acaso que haremos si sigue negándose a cortar el césped?
-¿Golpearme?
-No. Vamos a poner un cartel sobre su espacio y escribir su nombre, y contar claramente que usted se negó a cortar el césped, siendo el culpable exclusivo de ese espacio.
…
Lo peor de esto es que ellos pensaban que me afectaban esas amenazas, cuando a mí, obviamente, me importaba una mierda un cartel sobre el pasto, o lo que quisieran ponerle.
Lamentablemente, pienso ahora, más pudo el poder de esos tipos, pues no solo me expropiaron esos pocos metros junto a la piscina, sino que además, terminaron por arruinar el proceso de compra de ese departamento.
Es por eso que hoy, a punto de cumplirse un año exacto desde aquella resolución, quiero agradecerles a todos los vecinos que me obligaron, por esa razón estúpida, a salir de ese lugar y a congelar el proceso de compra que ya había iniciado, en ese entonces.
Y es que hoy, a fin de cuentas, es un alivio no tener ningún tipo de vínculos, o posesiones.
Además, todo es más puro, de esta forma.
Por algo dicen que son las posesiones materiales las que nos ocasionan las peores ataduras =)
ResponderEliminarUn abrazo...y lástima que te quedaste sin pastito...