Se volvió drástico
el hombre elástico.
Y es que de tanto estirarse
su cuerpo se tornó laxo.
Con todos se enoja
y tiembla como en un sismo
cuando se estira hacia sí mismo
mientras toca el saxo.
Y es que en el club de jazz
donde siempre anda borracho
tocar blues se le antoja
y hasta se pone lacho…
Así, a nadie deja en paz
el hombre elástico.
Y a todos les cuenta
que clava como una espada
estirarse hacia la nada
y vivir en tránsito.
¡Pobre corazón
el del hombre elástico!
Y qué vida cruenta
y cuánta desazón
en su cuerpo gimnástico…
Todo en él perdió forma
y es que nunca hubo norma
para guiar sus pasos.
Así lo vio un eclesiástico.
Le habló de Dios y le dijo
que no había paraíso
para el que odiaba el lazo:
-Hay que atar lo que somos
para no extraviarlo.
Y claro,
lo malo fue que aquel hombre
terminó haciendo caso.
Ya no toca blues
y ya no anda descalzo;
su cuerpo se hizo horma
y su vida, zapato.
Ya no se estira
y el pasado no mira,
aunque sea un rato.
¡Qué feo se ve drástico
el hombre elástico…!
¡Qué feo se ve drástico
el hombre elástico…!
No hay comentarios:
Publicar un comentario