sábado, 31 de diciembre de 2011

Fuegos de artificio.


Ya no sé
qué de todo esto
es artificio.

Estoy confundido.

Más cerca de la claridad,
es cierto,
pero uno olvida que la claridad
no es nada
en sí misma.

Así,
lo importante es dirigir la mirada
-y uno en la mirada-
hacia el sitio correcto.

Pero claro,
hoy no distingo
el lugar indicado.

De hecho,
hasta el movimiento del mundo
a veces me parece
como el de un muerto
al que le hubiesen puesto ruedas.

Con todo,
resulta innegable
que las semillas brotan,
y las cosas que alguna vez
consideramos hermosas
siguen estando ahí,
como antes.

Quizá la respuesta,
me dicen,
esté escrita hoy en el cielo
cuando estallen
los fuegos artificiales…

¿Y saben?
Miro las luces,
la gente,
y a los niños, incluso,
que han salido
a festejar…
pero me cuesta comprender
todo aquello.

Quiero lo mejor
para todos,
sin duda,
pero no tengo ni la menor idea
qué es
lo mejor para todos.

No quiero estar amargo,
no quiero parecer amargo
pero lamentablemente
me es imposible no decir
que todo me parece artificio.

Miro el cielo,
y a los otros,
y sonrío
a pesar de todo.

Estoy tranquilo,
siento que tengo claridad,
pero no puedo evitar la tristeza
al ver el mundo
bajo el cielo.

Doy los abrazos,
riego mis plantas,
y me acerco a acariciar la tierra
mientras todos miran luces
en el cielo.

El aroma de la tierra
me hace llorar
y también me abraza.

Así,
finalmente,
me parece escuchar por un segundo
el ruido que producen
el movimiento de los astros.

Sería el inicio de un año hermoso
si pudiera compartirlo
con ustedes.

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