domingo, 11 de diciembre de 2011

El origen de una herida (las palabras no dicen lo que dicen).

.

Miro la luna mientras camino descalzo por la azotea. Luego algo se entierra en uno de mis pies.

Creo que es así es como se me ocurre la idea.

Lo extraño, sin embargo, es que la idea aparentemente no se relaciona con alguna de esas situaciones, sino que parece venir de otro sitio a instalarse junto a uno, como cuando te encuentras un bicho subiendo por uno de tus brazos o cuando comienza a seguirte un perro que te mira de forma amistosa, sin razón alguna.

La idea, por cierto, tiene que ver con la forma de las cosas, o más bien con la distancia que existe entre las formas que percibimos y el significado real de las cosas, lo que no necesariamente se iguala a lo que entendemos por esencia, pues esta última es inherente a la cosa, mientras que el significado –aunque ajeno-, siempre está dado finalmente en uno, que es quien lo actualiza (y lo hace significar) entre otro grupo de significados que operan de la misma forma.

Pero claro, lo central aquí no es hablar de la idea, sino de la manera a través de la cuál dicha idea llega a existir, dentro de uno.

Así, les contaba en un inicio que algo se había clavado en uno de mis pies, prácticamente al mismo tiempo que yo miraba la luna.

Lo extraño, sin embargo -dentro de los hechos-, fue que al intentar buscar aquello que se había clavado en uno de mis pies no logré encontrar nada, salvo la herida.

Es decir, en un piso limpio, alfombrado, sin rastro alguno de residuos que pudieran ocasionar alguna herida, descubro de pronto un pinchazo en un pié y un par de gotas de sangre que atestiguan la veracidad de mi primera sensación.

Y claro, es entonces cuando viene la idea a posarse en uno, y hasta a existir dentro, posteriormente.

Así, comienza uno a establecer relaciones y a contaminar al mismo tiempo esa idea de la que hablaba, pues puede que buscando el origen de la herida –porque lo queramos o no solemos darle más importancia de la debida al daño sufrido-, termine uno vinculando el hecho de mirar la luna con el pinchazo sufrido en el pie, como si la luna nos hubiese herido el pie de una forma indirecta, al clavarse su luz en nuestros ojos.

No obstante, hilando aún más fino, nos damos cuenta que la luz no proviene directamente de la luna, mientras que, al mismo tiempo, debemos aceptar que la luz tampoco se “clava” directamente en los ojos sino que su percepción viene a elaborarse en un sitio distinto al de nuestros globos oculares, que actúan aquí, como simples receptores.

¿Es entonces posible -teniendo en cuenta estas imprecisiones en el origen de lo que creemos nuestras percepciones-, que de la misma forma como creemos que la luz proviene realmente de la luna, la sangre que ha brotado del pie provenga en realidad de una herida hecha en otro sitio?

Pues bien, dejando de lado los convencionalismos y la lógica, diré que sí. De hecho, agregaré que sinceramente, creo que sí.

De esta forma -tras aceptar la sensación en que se ha transformado la idea que llegó en un inicio-, miro nuevamente la luna, y tras cerrar los ojos, intento percibir en silencio el lugar donde verdaderamente se origina la herida.

Y claro, es difícil de explicar, pero imagínense por un momento que en medio de la oscuridad están intentando descubrir desde donde se escapa el aire de su bote inflable… El mar los mueve, el viento hace ruidos que confunden, pero ustedes tienen una única posibilidad de encontrar ese pequeño orificio, y apoyar suavemente la punta de uno de sus dedos, para identificarlo.

Así, finalmente, abro los ojos y descubro la punta de uno de mis dedos, apoyada junto a mi pecho.

Más abajo, algunas gotas de sangre salen desde uno de mis pies.

Arriba, a lo lejos, la luna toma una luz que no le es propia, mientras se deja contemplar.

Por último –y quizá infructuosamente-, intento dejar huella sobre como una idea puede venir a posarse en uno, transformarse en una sensación, y enseñarnos algo.

Y es que las palabras –y las cosas-, no dicen lo que dicen.

Vuelvo a cerrar los ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales