Uno no debiera
escribir borracho.
No por riesgo
a lo que pueda decirse,
sino temiendo
a esa verdad terrible
que uno suele vislumbrar
en estas ocasiones.
Y es que esa claridad
que llega siempre
tras los excesos,
nos lleva a ver el mundo
tan desnudo
que da náuseas.
Por eso,
antes de emborracharme,
suelo siempre
vendarme los ojos
para que toda verdad
(de haberla)
pase ante uno
sin hacer escalas,
y uno pueda descansar
en la mentira acolchada
y cotidiana
sin mayores sobresaltos.
Puede sonar incorrecto,
lo admito,
pero es lo que hacemos todos
a fin de cuentas
cuando las opciones se reducen
y uno debe arriesgarse
a elegir aquello
que nos ha parecido ser
menos dañino,
después de todo.
Y es que al final
todos debemos elegir
una forma adecuada
para esperar la verdad,
y toda opción
nos parece peor
al final de la historia.
Pienso por ejemplo
en Heráclito
que murió literalmente
enterrado en la mierda
del mundo que él se negaba a aceptar
tal como se brindaba.
¿Pero saben…?
Uno no debiese confesar
de quien se acuerda
o en quien piensa
cuando está borracho.
No por riesgo a la palabra,
claro,
sino temiendo
algunas repercusiones que,
aunque mínimas,
pueden complicarle a uno
su estadía
en la paz que otorga
la mentira diaria.
Y es que uno no debiera
escribir borracho,
ni buscar respuestas,
ni interpretar a la rápida
esas señales que respalden
nuestras idea…
Pero claro,
hoy no vengo a discutir…
sino a sanar
todo aquello que debiese ya estar claro
e estas alturas.
Y es que si bien
no debiese hablarse
en estas condiciones,
uno debiese estar vivo,
al menos,
y desde esa situación
uno debiese gritar al menos
aunque no comprendamos nada
de lo que está ocurriendo…
Y sí,
disculpen si hoy
no vengo a decirles nada claro,
pero es que realmente
¡hay tan pocas cosas claras!...
Y claro,
quizá llegue el día…
pero hay algo en esto
que no me deja
adelantarme…
Y es que hoy no es ese día.
no hay duda;
y el mundo entero da vueltas
y se deshace.
Eso es todo.
escribir borracho.
No por riesgo
a lo que pueda decirse,
sino temiendo
a esa verdad terrible
que uno suele vislumbrar
en estas ocasiones.
Y es que esa claridad
que llega siempre
tras los excesos,
nos lleva a ver el mundo
tan desnudo
que da náuseas.
Por eso,
antes de emborracharme,
suelo siempre
vendarme los ojos
para que toda verdad
(de haberla)
pase ante uno
sin hacer escalas,
y uno pueda descansar
en la mentira acolchada
y cotidiana
sin mayores sobresaltos.
Puede sonar incorrecto,
lo admito,
pero es lo que hacemos todos
a fin de cuentas
cuando las opciones se reducen
y uno debe arriesgarse
a elegir aquello
que nos ha parecido ser
menos dañino,
después de todo.
Y es que al final
todos debemos elegir
una forma adecuada
para esperar la verdad,
y toda opción
nos parece peor
al final de la historia.
Pienso por ejemplo
en Heráclito
que murió literalmente
enterrado en la mierda
del mundo que él se negaba a aceptar
tal como se brindaba.
¿Pero saben…?
Uno no debiese confesar
de quien se acuerda
o en quien piensa
cuando está borracho.
No por riesgo a la palabra,
claro,
sino temiendo
algunas repercusiones que,
aunque mínimas,
pueden complicarle a uno
su estadía
en la paz que otorga
la mentira diaria.
Y es que uno no debiera
escribir borracho,
ni buscar respuestas,
ni interpretar a la rápida
esas señales que respalden
nuestras idea…
Pero claro,
hoy no vengo a discutir…
sino a sanar
todo aquello que debiese ya estar claro
e estas alturas.
Y es que si bien
no debiese hablarse
en estas condiciones,
uno debiese estar vivo,
al menos,
y desde esa situación
uno debiese gritar al menos
aunque no comprendamos nada
de lo que está ocurriendo…
Y sí,
disculpen si hoy
no vengo a decirles nada claro,
pero es que realmente
¡hay tan pocas cosas claras!...
Y claro,
quizá llegue el día…
pero hay algo en esto
que no me deja
adelantarme…
Y es que hoy no es ese día.
no hay duda;
y el mundo entero da vueltas
y se deshace.
Eso es todo.
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