Si uno pusiese en estantes
las cosas que uno piensa,
habrían ciertas ideas
que irían quedando relegadas.
Inventos inútiles,
estrategias para equipos deportivos,
y una serie de otras débiles propuestas
irían olvidándose así
tras los trofeos y galvanos
que nos inventamos cuando algunas
de nuestras ideas
“triunfa” al menos un instante.
Así,
olvidamos a veces
algunas cuantas cosas
que comenzamos a considerar mínimas
luego de haberlas olvidado,
y apagamos las lámparas,
entonces,
que iluminaban el sector
donde ellas se encontraban.
De esta forma
la vida de todos acostumbra transformarse
en un lugar lleno
de lámparas oscuras,
y a pesar que tropezamos
continuamente contra ellas,
no surge en nosotros
ni la más leve pregunta
sobre su forma de existencia.
Y es que quizá,
pienso ahora,
no consideremos como lámparas
las lámparas apagadas,
y puede que olvidemos también
(por los mismos motivos)
todas aquellas ideas
y sensaciones
que dejaron de iluminar
con la misma intensidad,
tras pasar el tiempo.
Y sí…
puede que el tono sea nuevamente de sermón,
pero mi única intención
es que pongamos atención
a algunas cosas
y que lleguemos a un acuerdo
respecto a la existencia de las lámparas
que hemos dejado de encender.
Así, finalmente,
(mientras una vez más
te dste en el fondo
con el cráneo)
apago esta última lámpara
y oscurezco el texto.
las cosas que uno piensa,
habrían ciertas ideas
que irían quedando relegadas.
Inventos inútiles,
estrategias para equipos deportivos,
y una serie de otras débiles propuestas
irían olvidándose así
tras los trofeos y galvanos
que nos inventamos cuando algunas
de nuestras ideas
“triunfa” al menos un instante.
Así,
olvidamos a veces
algunas cuantas cosas
que comenzamos a considerar mínimas
luego de haberlas olvidado,
y apagamos las lámparas,
entonces,
que iluminaban el sector
donde ellas se encontraban.
De esta forma
la vida de todos acostumbra transformarse
en un lugar lleno
de lámparas oscuras,
y a pesar que tropezamos
continuamente contra ellas,
no surge en nosotros
ni la más leve pregunta
sobre su forma de existencia.
Y es que quizá,
pienso ahora,
no consideremos como lámparas
las lámparas apagadas,
y puede que olvidemos también
(por los mismos motivos)
todas aquellas ideas
y sensaciones
que dejaron de iluminar
con la misma intensidad,
tras pasar el tiempo.
Y sí…
puede que el tono sea nuevamente de sermón,
pero mi única intención
es que pongamos atención
a algunas cosas
y que lleguemos a un acuerdo
respecto a la existencia de las lámparas
que hemos dejado de encender.
Así, finalmente,
(mientras una vez más
te dste en el fondo
con el cráneo)
apago esta última lámpara
y oscurezco el texto.
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