“No pretendo ahorraros ningún trabajo
quedándome callado…”
L. C.
.quedándome callado…”
L. C.
Cada hombre tiene una forma distinta
de traicionar.
Yo elegí esta.
Y claro,
a veces me pregunto
qué hubiese ocurrido
si la elección
hubiese sido otra…
O si hubiese pasado mi vida
intentando no traicionar,
como hacen algunos,
sin lograrlo…
Sin embargo,
al final de todas esas cuentas,
debo reconocer que esta es,
sin duda,
la forma de traición que más se acerca
a lo que soy,
y además,
es una de las pocas en que no termino
traicionándome también
a mí mismo.
Con todo,
el asunto central
en todo esto
debiese estar relacionado
con qué es aquello
que vinimos a traicionar,
e intentar comprender incluso
las posibles razones
que respaldan nuestras acciones...
Y es que cada hombre,
como decía,
tiene necesariamente
una forma distinta de traicionar…
Y como solo se traiciona
aquello en que creemos,
o hasta amamos,
resulta que la traición
origina en la mayoría de los casos
una especie de dolor agudo
que viene a asentarse en el pecho,
casi como una culpa.
¿Lo ha sentido usted…?
No crea que se lo pregunto
para que se incomode,
sino todo lo contrario…
Y es que me gustaría que entendiese,
sin discusiones,
ni desconfianzas de por medio
que la traición es,
a fin de cuentas,
inevitable,
y que la única forma de mantenernos fieles
a lo que somos,
es traicionar de la forma que más se asemeje
a nuestra existencia,
y sin miramientos de ninguna índole…
Así,
hay quienes traicionan
con todo su cuerpo,
y otros cuya traición permanece en el fondo
de la sensación más secreta…
Pues bien,
ambos son culpables…
aunque claro…
nadie podría ser inocente,
aunque quisiera…
"Y es que quizá tú creíste
que yo era un vagabundo,
indefenso,
y me amaste por serlo".
Pero no lo era.
Finalmente,
resultó que nadie tenía razón,
y que no era necesario hacer distingos
entre ninguno de nosotros
y el resto de la gente
que sobrevive aún
allá afuera…
Así,
tomo nuevamente el lanzallamas,
y apunto a las partes aún inflamables
del ser humano…
Esta es mi forma de traicionar,
les digo…
Y luego aprieto el gatillo.
de traicionar.
Yo elegí esta.
Y claro,
a veces me pregunto
qué hubiese ocurrido
si la elección
hubiese sido otra…
O si hubiese pasado mi vida
intentando no traicionar,
como hacen algunos,
sin lograrlo…
Sin embargo,
al final de todas esas cuentas,
debo reconocer que esta es,
sin duda,
la forma de traición que más se acerca
a lo que soy,
y además,
es una de las pocas en que no termino
traicionándome también
a mí mismo.
Con todo,
el asunto central
en todo esto
debiese estar relacionado
con qué es aquello
que vinimos a traicionar,
e intentar comprender incluso
las posibles razones
que respaldan nuestras acciones...
Y es que cada hombre,
como decía,
tiene necesariamente
una forma distinta de traicionar…
Y como solo se traiciona
aquello en que creemos,
o hasta amamos,
resulta que la traición
origina en la mayoría de los casos
una especie de dolor agudo
que viene a asentarse en el pecho,
casi como una culpa.
¿Lo ha sentido usted…?
No crea que se lo pregunto
para que se incomode,
sino todo lo contrario…
Y es que me gustaría que entendiese,
sin discusiones,
ni desconfianzas de por medio
que la traición es,
a fin de cuentas,
inevitable,
y que la única forma de mantenernos fieles
a lo que somos,
es traicionar de la forma que más se asemeje
a nuestra existencia,
y sin miramientos de ninguna índole…
Así,
hay quienes traicionan
con todo su cuerpo,
y otros cuya traición permanece en el fondo
de la sensación más secreta…
Pues bien,
ambos son culpables…
aunque claro…
nadie podría ser inocente,
aunque quisiera…
"Y es que quizá tú creíste
que yo era un vagabundo,
indefenso,
y me amaste por serlo".
Pero no lo era.
Finalmente,
resultó que nadie tenía razón,
y que no era necesario hacer distingos
entre ninguno de nosotros
y el resto de la gente
que sobrevive aún
allá afuera…
Así,
tomo nuevamente el lanzallamas,
y apunto a las partes aún inflamables
del ser humano…
Esta es mi forma de traicionar,
les digo…
Y luego aprieto el gatillo.
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