viernes, 13 de agosto de 2010

Películas a la carta.

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Casi siempre a final de mes, -mirando las votaciones que en una página de cine voy marcando-, me doy cuenta que a una gran parte de las películas que vi, no les dediqué siquiera una palabra. Como si hubiesen sido alimentos que no alcancé a digerir, y de los que apenas, además, recuerdo el sabor.

Pero como no quiero que este fin de mes me pille de nuevo con demasiadas películas a cuestas, adelanto la digestión y aquí les van algunas que me alimentaron por estos días.

I. Ten minutes older: The Trumpet (2002)

Para empezar digamos que más que un plato propiamente tal esta película podría compararse con una tabla de quesos o con una serie bebidas que te dan a probar una tras otra, pues se trata de un conjunto de corjometrajes (12 minutos aprox. cada uno) de 7 distinguidos directores.

El tema que intenta unirlos es el paso del tiempo, no necesariamente 10 minutos como señala el título, pero sí el recurrir a una situación, a un lugar o a alguien tras un intervalo de tiempo.

Pues bien, comparada con otras realizaciones que buscan la reunión de directores, no siempre con un buen resultado, esta película contiene algunas creaciones de gran calidad, lo que permita que la obra se sostenga en su totalidad, aún cuando el resultado de todos esto sea algo desigual. Un alimento desbalanceado, si seguimos con la primera comparación.

Si bien ya la vi hace varios días, me queda aún el sabor de la bebida preparada por Kaurismaki, la que ya desde su título (Los perros no tienen infierno), destaca por sobre las demás. Una narración ágil, sencilla, con buena música y la extraña belleza de sus personajes de siempre. Una bebida sin espuma, pero que te hace espumear por dentro, porque a pesar de la tosquedad y la falta de hábitos sociales que siempre abunda en sus obras -bueno, es finlandés, ¿qué queremos?-, sus obras resultan siempre conmovedoras, y uno termina siempre con los ojos medio brillantes, alegre, triste y sintiéndose un poco tonto de no saber darse cuenta que todo era en verdad tan sencillo: que la distancia entre los unos y los otros es siempre una palabra, igual que la distancia que existe entre una vida que vivirse a medias o en la felicidad extraña, pero plena, que este director nos entrega.

También destaca la bebida añejada de Herzog, con una buena cantidad de tiempo entre su visita a una pequeña tribu en el amazonas y su nueva visita para ver qué es lo que sobrevive de aquella. Una buena realización, clara en su propuesta e inserta en un contexto que no alcanza a contenerse a pesar de lo cual sabe llegar hasta un final concreto y que la cierra de buena forma.

Destacan también en el conjunto la fotografía en la obra de Victor Érice (un hermoso y limpio blanco y negro con certeros primeros planos), y de cierta forma la de Wenders y de Chen Kaige. Respecto a la de Jarmush sinceramente no recuerdo nada, ni siquiera una sensación asociada, y del corto de Spike Lee decir simplemente que intentó meter nuevamente su disgusto político (el fraude electoral en la segunda elección de Bush) a pito de nada, y que rescataría si no hubiese sido Al Gore la alternativa en esa elección lo que, sinceramente, no creo que hubiese marcado en realidad tantas diferencias.

En resumen, una mezcla con sabores esperables, no siempre nutritivos, pero que en su conjunto se dejan saborear de buena forma... -aunque sin Kaurismaki supongo que todo nos hubiese parecido algo más opaco y no conservarían este gusto-.


II. Princess, de Anders Morgenthaler (2006)

Una decepción. Un experimento agridulce de animación que obtuvo varios premios otorgados por tipos que deben haber tenido la lengua quemada. No es que sea pésima, en todo caso, pero tiene cierto ritmo desagradable, ciertas aristas en la historia que me parecen de más. Como si hubiesen querido impactar y no hubiesen terminado a fin de cuentas por cuajar en nada. Como si hubiesen sacado un plato del horno´con unas partes recocidas y otras aún un tanto crudas.

La obra en sí trata la historia de la pequeña hija de una actriz porno muerta que es recogida por el hermano de su madre quien buscará vengar no la muerte de su hermana sino la vida que ella llevó y por la que incluso alcanzó a arrastrar a su hija. Formalmente la película tiene un buen estilo de dibujo que mezcla en ocasiones con escenas grabadas por actores reales, pero no sabe mantener el hilo formal ni el argumental y su profundidad -que a ratos alcanza- es también irreegular y poco sostenida.

Para disfrutarla habría que desmenuzarla entera y contar como con tres platos para dividir aquello que valía la pena de lo que no. Demasiado trabajo me parece para lo que la obra termina de ofrecernos, nunca convenciendo del todo ni exasperándonos con aquellas imágenes que al parecer tenían ese objetivo.

Porque hasta lo crudo al final necesita cierto aliño, cierto trabajo, antes de ser servido; y tener claro, además, qué es aquello que queremos provocar, antes de poner ese plato, en frente de los otros.


III. Moon, de Duncan Jones (2009)

Nos encontramos aquí con una película catalogada bajo el rótulo de ciencia ficción, una obra realizada por un director novato que es además filósofo e hijo de David Bowie. Un plato entonces, con ingredientes exóticos y ante el cual no sabemos bien qué esperarnos.

La historia nos muestra a un hombre que trabaja para una compañía que provee de energía al 70% de la Tierra a partir de la energía del sol capturada en las piedras solares. El hombre parece estar a pocas semanas de su regreso a la Tierra y recibe videos de su familia, aunque sin poder contactarse en directo pues ha habido una falla en el satélite.

Esto hasta que sufre un accidente y aparece otro hombre igual, con el que comparte hasta sus recuerdos. Como agregado tenemos a un robot llamado Gerty diseñado para cuidarlos, y dotado de una extraña humanidad y un parentesco -algo remoto eso sí-, con Hal, de Kubrick.

Pues bien, a pesar de que por momentos el argumento de la historia tiene algunas situaciones un tanto inverosímiles -mucho más allá de lo que supone ya la ciencia ficción-, la película se hace interesante justamente a partir de esa característica. Así, -abandonando efectos especiales y la típica pirotecnia que malsupone la incuesión en este género-, pone como centro otro aspecto de la historia, una arista más cercana al ser humano y que es tratado de buena forma a lo largo de la película.

No estamos, sin embargo, ante Solaris ni ante la Odisea de Kubrick, antes nombrada. Ni siquiera cerca, en verdad. Pero estamos ante un buen relato, que alcanza cierta profundidad y que está correctamente realizado.

Todo lo demás: la música y los detalles técnicos utilizados, se emplean de forma casi imperceptible -sin dejar por esto de marcar una presencia que parece incorporarse a la atmósfera de este film-, lo que permite que no desviemos la atención de lo esencial y sigamos siempre este relato sin alejarnos de la vía que el director nos propone.

Por último, el que sea el primer trabajo de su director, es un hecho que queda patente tanto en los logros como en los tropiezos de esta obra. Así, la honestidad desde la cual parece hecho este film choca a ratos con cierta inexperiencia en la forma de organizar la entrega de cierta información... pero otra cosa, en verdad, ya sería pedirle demasiado... (es hijo de Bowie no de Tarkovski)

Un plato digno, en resumen, con ingredientes frescos y sin tantos aditivos, que está bien presentado y conserva además el sabor de los ingredientes utilizados... el trabajo de un chef novato que no se deja deslumbrar por las técnicas de moda y que tampoco nos agobia con extrañas mezclas ni sabores experimentales.

Ojalá que el público y los premios que ganó quizá demasiado pronto, no le impidan seguir avanzando, y toda aquella sobrevaloración a la que quizá se vio expuesto a partir de dichos premios, no lo lleven, por el contrario, a infravalorar a los receptores y no lo conduzcan a ser uno más de los que hacen comida rápida, aburridos de que nadie sienta el sabor ni la delicadeza, de cada uno de sus ingredientes.

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