martes, 24 de agosto de 2010

Las bellas durmientes (IV)


He dejado para el final a una última bella durmiente. Una que parece dormir en la superficie de sus actos, pero que teje en verdad una red de significados más profundos y sutiles y que me sorprendió del todo hace algunos años, cuando comencé a leerla.

Me refiero a la escritora japonesa Banana Yoshimoto y en especial a su libro Sueño profundo, formado por tres narraciones de las que me interesa acá sólo la primera -aunque las otras dos no dejen de ser importantes por diferentes razones-.

Y es que en esta narración -que mantiene el nombre del libro, dicho sea de paso-, el tema del sueño me parece abarcado en su totalidad, sin notorias pretenciones y con una sencillez que me parece no es posible ver en otros exponentes de la alta narrativa contemporánea, entre los cuales se instala.

Ante todo, decir que gran parte del soporte de esta narración, o de la significación adherida que ésta posee, está dada por La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata. Relación a la que, sin embargo, el libro no alude directamente, e incluso se aleja si pensamos en el tipo de lenguaje y personajes que desarrolla.

Nos encontramos así con una protagonista que duerme casi todo el día: tras haber abandonado su trabajo y recibir dinero suficiente por parte de su pareja, ella parece vivir en paz... un poco extrañada de la vida que pasa por su lado y sumida en este sueño profundo en el que parece estar prácticamente todo el tiempo. Algo que de cierta forma la aleja de la realidad, y que la misma narradora comenta de la siguiente forma:

"Nuestro amor no es real.
Esta frase, desde el principio, iba y venía dentro de mi cabeza. La sentía como un odioso presagio. Cuanto más cansado está él, más intenta mantenerme a mí alejada de la realidad. Nunca lo ha formulado claramente, así que debe de ser un deseo inconsciente, pero a él le gusta que yo permanezca siempre en mi habitación, sin trabajar, viviendo sumida en el silencio, y que, cuando quedamos, nos encontremos por las calles como si fuéramos la sombra de un sueño. Me cubre con bonitos vestidos y me pide que tanto mi llanto como mi risa sean silenciosos. No, la culpa no es únicamente suya. Yo he acabado haciendo mía la negrura del cansancio de su corazón, y me gusta actuar de este modo. Entre nosotros existe un espacio de soledad y nos amamos protegiéndolo con mimo. Por eso todo va bien por ahora, de momento."

(Recuerdo que cuando leía por primera vez el libro, -ya después de conocer Kitchen, N.P. y Amrita y saber que Banana no está jugando a escribir cuando crea sus textos-, estaba encantado por cierta sencillez en la forma de verse a sí misma por parte de la narradora... una claridad que hoy mismo veo es casi igual de cautivante para tres personas que tomaron el texto que estaba releyendo y que no dudaron en avanzar varias páginas y hasta pedírmelo apenas lo desocupase...
Y es que algo tienen algunos libros de esta escritora que parecen cautivar a la gente, aunque muchas veces éstas mismas, cuando he intentado rastrear sus razones, quedan un poco confusas y no saben explicarlas de una forma concreta).

La historia por lo demás, revela luego de este primer argumento, algo así como una flor escondida dentro de otra flor, o -para parecer más machote- una caja dentro de otra caja... pues resulta que la amiga con la que vivía la narradora, -quien ha muerto hace poco tiempo y de cuya muerte además nada se ha contado aún a nadie-, desarrollaba una extraña actividad. Una especie de prostitución denominada sueño compartido que consiste en dormir junto a un cliente -sin llegar al acto sexual- casi como para asimilar su estado y absorber, mediante su compañía, los distintos problemas y heridas que estos traen:

"-Yo ahora, ¿sabes?, por las noches no puedo dormir. Porque si la persona que descansa a mi lado despertara durante la noche y me encontrara durmiendo a pierna suelta, ¡ya me dirás que valor tendría mi trabajo! Eso no sería profesional, ¿entiendes? No puedes dejar que se sientan solos. Todas las personas que vienen, absolutamente todas, lo hacen recomendadas por alguien, todas son personas respetables. Y a todas las han herido de maneras muy sutiles, todas están exhaustas. Tan exhaustas que ni siquiera se dan cuenta de que lo están. Y todas estas personas, todas sin excepción, se despiertan durante la noche. Y en esos momentos es importante que, en medio de una luz suave, yo les sonría. Les ofrezco un vaso de agua helada. (...) Entonces, normalmente, se tranquilizan y vuelven a conciliar el sueño. Creo que lo único que quieren, todos ellos, es tener a alguien durmiendo a su lado."

La obra entonces, como decía antes, ya no sólo nos presenta un sueño profundo, sino dos, que parecen complementarse y hasta nos hacen preguntarnos sobre cuál de los dos sueños profundos es el que realmente toma el centro en la narración...

Pero como estamos ante la Yoshimoto -y aunque la crítica diga que no yo estoy convencido que se trata en verdad de una de las grandes- resulta que la flor que había revelado otra flor vio como ésta última nos entrega otra más, como para completar el ramo... ¡ejem! cajas, perdón... cajas de whisky o de aguardiente, ese que te quema la garganta...

Y en esa última caja, decía, se descubre de pronto que faltaba aún una tercera durmiente: la esposa del amante de la narradora, quien permanece en coma luego de un accidente y quien, dormida desde entonces, nadie sabe si va a despertar algún día.

Como podrá verse, entonces, la narración sabe tejer entre sus distintos personajes, toda una red de sensaciones... de significaciones complementarias. Una serie de argumentos que -intento no racionalizar- han sabido corresponderse al interior de una narración que logró hacerlo gracias a su exclusiva sencillez... su transpariencia en el relato... y la correspondencia que pueden tener las palabras y aquello que se forma a través de ellas cuando cruzan por nosotros en el momento exacto y ya no hay como evitarles que digan eso que vinieron a decir... que nos hablen de verdad de aquel sueño profundo que se esconde detrás de todo esto.

Y es que, por último, el verdadero sueño profundo es aquel que vivimos nosotros cuando nos acercamos a la literatura esperando una historia o un simple argumento... cuando nos olvidamos que las palabras están vivas y que pueden llegar a hablar guiadas por una voluntad distinta...

Porque no podemos obviar que en éste -y al menos en los otros textos de la Yoshimoto que he leído-, existe una belleza que nace de la debilidad y de la sinceridad de cada personaje. Una especie de fuerza, una mano que se extiene desde el sueño de los otros y que viene a reconfortarte. A acariciarte la cabeza para que te duermas y hasta a tenderse al lado tuyo... justamente cuando estás más oscuro... exhausto y herido de maneras muy sutiles...

Después de todo, ¿quién sabe?... quizá a eso ha venido justamente hoy: a reconfortarte, a darte fuerza... y a contarte un último secreto:

"...pienso que el ser humano es fuerte. No recuerdo si esto me había ocurrido con anterioridad, pero cuando me enfrenté a las tinieblas de mi corazón, cuando me sentí herida en lo más hondo y me rompí en pedazos, exhausta, de improviso emergió de mi interior una fuerza inexplicable".


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