miércoles, 25 de agosto de 2010

Defensa contra el declive de James Ensor.

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"Una noche, echado ya en mi cuna, con la luz encendida y todas las ventanas, que daban al mar, abiertas, un gran pájaro marino, atraído por la luz, cayó ante mí y chocó violentamente contra mi cuna. Impresión inolvidable, pánico enloquecedor. Aún veo la horrible aparición y siento el gran choque del pájaro negro, ávido de luz."

Lo anterior, corresponde a una anécdota contada por el pintor belga James Ensor, repetida en varias ocasiones según lo que cuenta Ulrike Becks Malorny en la biografía que realiza del artista y que Taschen recoge en el libro que dedica a este pintor.

No se trata, sin embargo, de una anécdota que deba pasarse a la ligera, como aquellas que hacen referencia a su extraña familia y a la aún más extraña forma que tuvo Ensor de referirse a ella, sino que parece venir a resolver un problema clave en el modo de significar de este pintor: la forma en que éste parece entender la representación, y el papel que en ella juegan el color, la luz y hasta la agresividad con que sus cuadros vienen a instalarse y a dar cuenta de una humanidad que, hasta el día de hoy, le incomoda reconocerse en algunos de sus cuadros.

Recuerdo que hace años, cuando por vez primera vine a dar con Ensor -quizá buscando un nexo entre el impresionismo y el expresionismo-, la impresión que me dejaron sus cuadros fue del todo confusa. Por un lado estaban todas aquellas obras características: su visión grotesca de la humanidad, sus colores aparentemente rabiosos, sus pinceladas toscas... y por otro, me parecía captar algo más sutil, algo que tenía que ver con la presencia de la luz en sus cuadros y que parecía persisitir desde sus primeros retratos, hasta llegar incluso a las obras de aquellos 50 últimos años de producción, esos mismos que los críticos suelen desestimar y calificar como un "largo periodo de declive", sin estar del todo equivocados.

El declive de un hombre, sin embargo, -y más aún el declive de la obra de un hombre como James Ensor- no es asunto que deba tomarse tan a la ligera, ni mucho menos pretender fijar en espacios muy determinados, por lo que me gustaría intentar aquí una especie de "defensa del declive de James Ensor", tratando de tener en cuenta además algunos de los puntos esbozados más arriba, por lo que le pido al lector-jurado que en este momento aún persista con la lectura, amplíe aún más su esfuerzo e intente tener presente en cada momento, la anécdota que en un inicio se contó, al momento del alegato.

I. Pruebas preliminares.

Se dice de mi defendido que es un precursor. Que sus grandes obras de finales del siglo XIX abrieron paso a una serie de nuevos artistas y hasta nuevas tendencias. Se habla por ejemplo de la posibilidad de un Nolde, o de toda una veta expresionista que debe rendirle tributo... Pues bien, más allá de cualquier clasificación en la que nunca logró encasillarse a mi cliente, hoy vengo a decirles que James Ensor sí fue un precursor, pero un precursor de sí mismo.

Y es que la obra del hombre que aquí ven, -distinta a razón de contener en sí una serie de técnicas y estilos-, no vino a ser un canal, ni un nexo que permitiese abrir un camino distinto desde una rama lejana del impresionismo para unirlo con otras tendencias de época...

La obra de mi defendido siempre se contuvo a sí misma, siempre fue esencia y significado... siempre fue como una madre que estuviese embarazada y que termina dándose a luz a sí misma.
Existen así entre los cuadros que aquí presento como pruebas, ciertas sensaciones de base, presentes en cada uno de ellos... situaciones y esencias que permanecen aferradas a estas imágenes y que si bien derivan en formas superficialmente distintas, su cambio, digamos, ocurre a nivel de estridencia... de vibraciones... de luz.

¿Qué hay de distinto, por ejemplo, en la actitud de Los borrachos y la presente en Esqueletos que intentan calentarse? ¿No denotan ambos, en origen, una misma actitud, una única sensación...? ¿No son acaso cajones que contienen exactamente las mismas y precarias pertenencias?




¿O acaso no ven el esqueleto oculto bajo La comedora de Ostras, La mujer con chal azul o La dama sombría? ¿No ven en ella la invitación a una máscara...? ¿No ven en ellas el embrión de luz y color que llego de pronto a ser la pintura posterior de James Ensor? ¿A quién si no a sí mismo intentaba mi defendido abrir camino?


II. Contraparte a la acusación del fiscal.

Acabamos de escuchar, sin embargo, una serie de afirmaciones por parte del fiscal, donde se ha hecho uso, -y abuso-de una serie de términos que buscan asociar a mi cliente con tendencias foráneas... hemos escuchado hasta el hartazgo la palabra transgresión, vanguardias, expresionismo, surrealismo, espacio onírico... y otras que el fiscal se ha preocupado de hacer transitar -como una precaria exhibición de perros amaestrados- ante los ojos del jurado.

Pues bien, déjenme decirles que esos mismos perros amaestrados, son los que han de volverse en contra de la acusación que aquí se hace contra mi cliente, y dejarán en jirones aquellos argumentos... y hasta morderán luego, de encontrarlas, las partes íntimas de nuestro fiscal, y las enterrarán en un lugar donde éste no puedas encontrarlas... entre otras razones, porque el fiscal ha demostrado que no sabe mirar siquiera aquello que está frente suyo... como la obra de mi defendido.

Y es que insisto: en ella no hay transitar como se ha querido ver. Lo que cambia es simplemente la luz ante la cual se están observando los mismos fenómenos. De hecho, mi cliente, como se lo demostraré en la imagen que aquí les adjunto, se encuentra atascado entre un montón de gente... siendo el único, por cierto, en lograr captar la verdadera naturaleza que lo rodea, porque mira directamente hacia el sector de luz necesario para revelar aquello que en verdad está sucediendo.

La obra pictórica de mi cliente no se origina a partir de un transitar de tendencia en tendencia como se ha insistido en decir, sino que, de existir un transitar, este sería de luz en luz, y la única forma para captar las diferencias de luz y descubrir el velo que cubre las cosas es permanecer estático. Inestable quizá, pero en un mismo sitio. Observando siempre los mismos rostros.

Pretender por tanto, como asume el fiscal, que existe un cambio de paradigma, de estilo o de tendencia... y, más aún, pretender que hay una cima y por tanto un declive en dicho tránsito, por parte de mi defendido, me parece un argumento pueril e irrisorio...

Además, al negar el movimiento y el tránsito en la obra de mi cliente, se hace absurdo también hablar de ascensión o de declive, y lo único que termina por delatar todo esto, es la profunda incomprensión del señor fiscal ante todo aquello que constituye la naturaleza de la luz y del sentido de lo humano, presente en la obra del distinguido Sr. Ensor, aquí presente.

III. Explicación al señor juez.

Con mucho gusto señor juez, declararé entonces lo que mi defendido entiende sobre la luz. Y no lo haré sólo por demostrar que la inconsistencia de la que el señor fiscal acusa a mis palabras es del todo errónea, sino además para permitirle al jurado desenredar los artilugios que la fiscalía, -en su constante intento de clasificar aquello que condena- ha tendido sobre ellos.

Partiré diciendo por tanto que el sr. James Ensor no tiene hijos. Luego, sin embargo, admitiré que acabo de mentir. Y es que la luz es su hija, -como el mismo ha dicho-, y mi defendido, padre en extremo amante como el buen Urano, no sólo hace de ella un elemento central de figuración, sino que la convierte en alimento: en el nutriente básico que necesita para sacar de la sombra a todos aquellos colores que permanecieron contenidos en sus primeros cuadros.
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Porque esos colores, no fueron introducidos después, como otro aquí ha planteado, sino que estaban aletargados en las sombras... en todos aquellos cuadros en que mi cliente supo hacer sobrevivir al color en la oscuridad, e incluso eternizarlo, más allá de la luz.

Y es que la luz, para mi defendido, al ser cambiante y estar en constante transfiguración, no es del todo confiable cuando se quiere dar cuenta de las verdaderas esencias de las cosas. Además, la piel de lo real no puede estar en contacto directo con la luz, pues ésta se disuelve automáticamente y no permanece más que como sombras de luz, como le ocurrió a Turner...

IV. Nuevo intento de explicación al sr. Juez.

No señor Juez, no estoy borracho ni olvido mi deber profesional, es sólo que quiero explicarme claramente y creo que hoy no es mi día... pero veamos, ¿conoce a Turner, señor juez?

No, no ese Turner que trabaja de secretario sino el pintor, el inglés ese que lo real se le disolvió en sus cuadros cuando miró de frente la luz sin usar filtros...

Pues bien, ahí donde ese Turner capta el instante, el momento único en que la luz produce cierto "efecto de disolución en lo real" -el último Turner señor Juez, no piense en el de los barquitos que ese es como el secretario...-, pues bien, ahí donde Turner capta el instante, el sr. Ensor ha sabido captar la eternidad que dicho instante contenía. Es decir, Turner es un prisma y Ensor un catalizador...
¿Qué señor Juez? ¿Drogas...? No consumo drogas sr. Juez...

Intentaré ser más claro si me lo permite... ¡pero no me interrumpa sr. Juez!... ¿ha visitado usted una exposición de animales disecados? Voy a pensar que sí, ya que no responde y hasta finge que no me escucha... ¡Visitar los cuadros de Ensor es exactamente lo mismo que visitar esas exposiciones! ¡Por eso las máscaras son necesarias! ¡Por eso los rostros se pusieron máscaras y luego las máscaras se hicieron rostros!

¡Porque yo...! Perdón... ¡Porque mi cliente, entendió que los rostros sin máscara dejan escapar la luz que revela eternidad!... ¿entiende? ¡Porque mi cliente es un genio sr. Juez!

Y es que quiero que entienda... no me interesa acá el expresionismo ni quien soy yo, ni si soy en verdad Ensor o quién sea... lo que me interesa es que el artista acá cuestionado... qué digo... ¡el genio!... intentó desde la oscuridad acercarse a la esencia del hombre. Varió de expresión en expresión. Los reunió. Los hizo vivir la vida de otros porque confundió sus máscaras. Los sometió a rayos x... y buscó por todos lados aquella parte de ellos donde se encontraba el espíritu...

Lo buscó también en sus cinco cuadros religiosos, señor juez... en Las aureolas de Cristo o las sensibilidades de la luz... ¿y sabe algo? No lo encontró...

No había ni rastros del espíritu... Acuérdese de La entrada de Cristo en Bruselas, señor juez, ¡acuérdese mierda...!
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No puede haber declive cuando no se ha llegado a ninguna cima. No puede haber cima en este mundo de máscaras señor juez... No puede haber belleza en las muecas, ni dioses en las iglesias plagadas de diezmos... no puede haber un Cristo en Bruselas, ni espíritu en el hombre...

¡No existe un rostro puro que merezca ser pintado sr. Juez!

No hablo de expresiones, ni vanguardias, ni tendencias hueonas... Hablo de un gran pájaro marino... ¡un dios como un gran pájaro marino!... un dios al que le arrancaron los ojos para que su rostro pareciese también máscara... para que fuera como nosotros... Hablo de qué un día... ¿no se lo conté antes señor juez? -le pregunto porque dicen que yo siempre lo cuento y no quiero abrumarlo justo antes de que muera-, le contaba que un día... yo era un bebé sabe... ni yo sé como me acuerdo... Pasó que un día estaba en la cuna, frente a una ventana abierta que daba al mar, en medio de la noche. Afuera todo era oscuridad. Y hastaba sonaba el mar en medio de la noche como el corazón de lo oscuros donde se encontraban agazapados todos los colores... pues sucedió que estando en esa cuna vino hasta mí un gran pájaro marino... por mi ventana salía luz, y aquel pájaro estaba hambriento de luz... porque dios es un pájaro hambriento de luz, señor juez...

Pero sucedió que aquel pájaro marino no quiso abandonar aquel espacio de luz, y entonces me arrancó los ojos... ¿Me entiende señor juez? ¡El pájaro marino, que era dios también y estaba hambriento, intercambió conmigo sus ojos!

Y entonces vi el secreto... ¡sólo hay barro señor Juez! Nadie nunca sopló sobre nosotros... No hay espíritu, usía... no hay ascenso ni declive... sólo hay luz... Y es una luz oscura que viene a devorar todo... a devorar la realidad y a revelarnos la verdadera oscuridad que subyace en aquellos lugares que creímos iluminados...

¿Me entiende señor juez? ¿Señor juez...? ¿Señor fiscal...?

¿Alguno puede decirme qué mierda pasa en este mundo? ¿Cómo suena la música terrible que guía estas esferas?

¿Rechina el amor, señor juez...?

¿Desde dónde nacen las preguntas si no hay espíritu...? ¿Hacia dónde van?

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