lunes, 30 de agosto de 2010

Pasándome películas.

Si bien intenté ir al día con las películas vistas, lo cierto es que he dejado varias de lado últimamente. Por esto, -más allá que varias de ellas merecían mi silencioso desprecio- les dedico un pequeño espacio a algunas de ellas, antes de que termine el mes y recuperarlas se haga más difícil entre tanta cueca, chicha y bicentenarios varios.

I. Hukkle, de György Pálfi (2002)

Hukkle es quizá la más interesante de las películas que trataré acá, principalmente a partir de la propuesta visual que plantea y la forma en que se desarrolla, razones que la convierten además en una obra difícil de clasificar, sin caer en experimentaciones forzadas y arrítmicas como las que suelen encontrarse en el llamado cine experimental, que tanto da vueltas por ahí sin encontrar una órbita precisa.

La película de Pálfi en cambio, ambientada en un pequeño poblado húngaro, se ofrece a sí misma como un producto sencillo y bien realizado, donde se evidencia una narración clara y sostenida, más allá que no encontremos en ella diálogo alguno... ni siquiera un nombre escrito en un cartel, o pronunciado en la distancia.

Y es que la significación en esta película se extrae del entorno rural que aquí se plasma, donde los humanos que aparecen parecen verse sometidos a una naturaleza que demuestra estar en una extraña tensión en todo momento. Por esto, cuando comienzan una serie de muertes o asesinatos -porque hay argumento en esto y no sólo imágenes estáticas-, no podemos sino sospechar del propio mundo natural, de una esencia que palpita hasta en la hoja muerta de un árbol y que parece cómplice de todo lo que aquí sucede.

La obra logra crear así una interesante atmósfera, donde los ruidos se transforman en pistas claves que permiten reconstruir un entorno: un crimen constante y natural que parece existir en medio de la crisis constante entre hombre y naturaleza, más allá de que aquí no se establezca un ataque explícito y directo.

Lo bueno de todo esto, además, es que se trata de una ópera prima, y que ya podremos comprobar si el intento que realizó acá el director húngaro es realmente un logro y una obra con contenido, como me pareció a mí, o simplemente deriva en una serie de obras pretenciosas y esencialmente estéticas, con lo que perdería mis fichas y me guardaría de apostar por estos artistas nóveles, que tan poco me entusiasman por estos días.

II. Le souffle, de Damien Odoul (2001)

Otra película que vale la pena destacar, -creo que también se trata de la primera obra de este director francés- y que se desarrolla de manera inteligente y bien cuidada, casi en su totalidad.

Filmada en blanco y negro y en una zona rural, al igual que la película anterior, esta película se diferencia de la otra en que tiene un fuerte protagonista que se erige como centro desde el cual se articula este film.

Éste, un joven al que se le permitirá emborracharse por primera vez con los hombres del lugar, da forma entonces a una narración desarrollada en medio de un día sofocante, donde parece querer agotar todos los conocimientos posibles y hacer explotar su rebeldía que lo excede y que no logra comprender del todo.

La película logra crear, sin embargo, en medio de este día de fiebre y exceso, una atmósfera lo suficentemente fría como para neutralizarla, permitiéndonos así apreciar al joven protagonista como si fuera un sujeto de estudio, y observar su conducta, sin la interferencia de enfoques melodramáticos o subjetivos que hubiesen terminado por debilitar este film.

Quizá esto se logre por la ausencia de mujeres en el espacio central en que se desarrolla la película... por la ausencia de padres que tiene el protagonista y por la brusquedad de las imágenes que por momentos se exceden un tanto quedando al borde de convertirse en un recurso efectista que poco aporta a endurecer una atmósfera ya lo suficientemente concreta de este film.

Esa misma atmósfera, que para mí constituye uno de los atractivos centrales de esta obra, viene a reflejar además una tensión externa, entre este joven y su transformación en hombre. Como si el acceso a ese mundo más agresivo y sólido exigiese también el dejar atrás una verdad más precaria, situación que el protagonista parece negarse a aceptar.

Y es que el joven borracho que deambula afiebrado por este film, -y que busca el amor, la amistad y la muerte como si quisiese despedirse de ellos-, parece estar rodeado constantemente por una serie de vacíos... por espacios sucios y espesos que suelen convertirse en imágenes o sueños que quedan aquí bien plasmados, aunque no por eso se alcance la suficente claridad que permita sentirse cómodo ante ellos.

En definitiva, una película cruda y poco cómoda, interesante por los contrastes que logra y por el cambio de enfoque que realiza entre un momento y otro. Con elementos notables en ocasiones -la forma en que se incorpora la música o la llegada del muchacho a una gran casa en un momento del film, por dar algunos ejemplos -, aunque sin llegar a plasmar ni a reunirse como un todo, lo que la debilita un tanto, en conjunto.

P.D.: También había puesto que existía en el film un leve aire a Haneke, y un no sé qué del Astronauta americano, pero lo borré, y ahora volvió a aparecer, quien sabe por qué.

III. París, de Cédric Klapisch (2008)
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Mucho más convencional que las dos anteriores es esta película francesa que cuenta entre sus logros a la siempre atractiva Juliette Binoche y a Romain Duris -que afortunadamente no me produce nada en este ámbito-.

Con una historia que intenta abrir un mosaico de personajes e instalarse como una ópera coral -según el término de moda-, la obra tiene su eje central en el personaje de Duris, hermano del personaje de Binoche, quien descubre que es probable que vaya a morir ahí en medio de esa ciudad que se supone es símbolo de vida, de luz y de todas las cosas imaginablemente opuestas a la muerte.

Ahora bien, es cierto que las historias de los personajes que aparecen en el film tienen cierto interés y hasta se encuentran bien armadas, pero la verdad es que la película más allá de sus buenos momentos y secuencias, no logra tener un ritmo constante y algunas de las hstorias son dejadas demasiado tiempo de lado para luego aparecer sin aportar mucho al relato.

Resulta interesante, eso sí, el intento de hacer a la ciudad protagonista de la película, introduciendo personajes que reflexionan sobre ella y que, por momentos, parecen realmente lograr que ésta sea un personaje en sí misma y se relacione con lo que son también los otros personajes.

Destacan también la fotografía y el contraste entre el París viejo y el moderno que se da a ratos en el film, y que parece reflejarse también en algunos persobnajes que se encuentran también en distintos momentos de su vida compartiend, sin embargo, una misma búsqueda e interioridad similares.

En resumen, nuevamente una película que intenta hacer de su contexto su mayor atractivo, pero que no parece decidirse sobre qué es, centralmente, lo que está planteando.

Ah, se me olvidaba... aparece Mélanie Laurent... pero bueno, si hay que elegir me quedo con Binoche, que en la película al menos se digna a acercarse a la clase proletaria...

Y a todo esto, ¿alguien me presenta a una francesa?

IV. Otros.

Son varias las películas para las que no tendré palabras especiales, pero que me gustaría mencionar, al menos de pasada. Películas tan variadas como la camboyana Una noche después de la guerra (Rithy Pahn, 1998), quizá muy melodramática aunque con un buen final, donde se trata la historia de un soldado desmovilizado que se enamora (?) de una prostituta y que no parecen tener muchas opciones de que sus afectos sobrevivan en medio de todo aquello.

También está el infaltable Jackie Chan que solemos ver juntos con mi hijo, -cada vez salgo más mal parado de las comparaciones así que tendré que empezar a mostrarles algunas de esas donde aparece Woody Allen-, esta vez fue la clásica La serpiente a la sombra del águila, con Jackie Chan sin llamarse aún Jackie Chan y dando origen a un estilo donde una de las innovaciones principales es una especie de golpe que araña y captura, algo que supuestamente es el corazón, pero que mi hijo entendió que eran las tetillas, y que no ha dejado de practicar, conmigo como víctima, desde entonces.

Por último, mencionar que también se realizo el Sanfic, por estos días, con tan pésima información que en el programa oficial salía una breve sinopsis de las películas, pero no se especificaba ni director, ni país, ni si iba por la competencia o simplemente de muestra... y en fin, una experiencia que dejó bastante que desear a pesar de que sólo me acerqué a ver 2 o 3 películas de las que ahí se ofrecían.

Una que no sé bien por qué recuerdo es The sentimental engine slayer, dirigida, escrita y protagonizada por Omar Rodríguez-López (primera guitarra y principal compositor de Mars Volta), que si bien resulta esencialmente una rareza, tiene un aire onírico-chicano lo suficientemente extraño como para pasar por un híbrido de Lynch -de esos que hay que descifrar a grandes ratos-, y queda dando vueltas aún como si pudiese tener algo rescatable, aunque aún lo logro descifrar qué.

Con las otras del Sanfic y con otras que vi durante el mes, haré como los fans de los Beatles con Chapman, y ni siquiera les daré el honor de nombrarlas, retirándome entonces en silencio...

Ah... se me olvidaba... ¿se acuerdan que les pedí que me presentaran a una francesa?...

Pues nada... era para para recordarles.


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