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Llueve. Acabo de llegar y se escucha en la pieza el sonido de la lluvia.
Siempre la lluvia me ayuda un poco. Como que me tranquiliza el escucharla caer, el mojarme... más allá de que sea un poco egoísta el pensar sólo en eso.
Vengo llegando de las clases para adultos que resultaron bastante bien hoy, mucho más de lo que esperaba. Si hasta salgo con más energía luego de hacer las clases y algunos alumnos se acercan a preguntar algo más y se muestran interesados. Espero que esto dure, por supuesto.
Pero lo que me gustaría contar es de una escena que sucedió cerca del metro cercano a mi casa. Había llegado hacía unos minutos, pero me había quedado ahí en la calle, junto a un semáforo, viendo llover. En eso siento que alguien me saluda y era mi hermana, que venía llegando también así que cruzamos la calle juntos, y avanzamos.
Por lo general no hablamos mucho con mi hermana, ni con mi hermano, no nos llevamos mal, pero cada uno vive un poco en su mundo, con intersecciones esporádicas y algunas peticiones que siempre son bien recibidas. Cada uno es "raro" a su manera... yo creo que gana mi hermana, pero la verdad los tres somos extraños de distintas maneras, unas más difíciles que otras.
Por ejemplo no recuerdo haber tenido conversaciones muy largas con mis hermanos, bueno, a mi hermano le hice clases, por lo que me vio más tiempo y hablamos más -indirectamente al menos- y cuando pequeño además, durante algunos años, fuimos muy cercanos y me preocupaba bastante de él.
Con el tiempo, y principalmente por problemas míos, la relación se distanció, aunque nunca hubo mala onda entre nosotros, ni con mi hermana menos. De pronto simplemente cosas me sorprendían de ellos: mi hermana en un grupo circense lanzando fuego o haciendo trapecio, mi hermano con libros que nunca pensé leería, o con una amabilidad extraña tras su carácter difícil, la manera de vestirse de ambos, sus ritmos totalmente distintos... etcétera.
El caso es que hoy, mientras caminaba con mi hermana, se unió también al grupo mi hermano, todo casualmente. No recuerdo que nunca hubiésemos andado los tres así, juntos. Bajo la lluvia.
Mi hermana va con su paraguas amarillo con orejitas, y mi hermano con un paraguas negro con el que intenta taparme un poco, acercándose. A pesar de que me gusta mojarme acepto y me acerco un poco. Avanzamos en silencio, pero es una sensación agradable. Me siento como en un guión japonés, en una película de Koreeda, pero de asquellas en que las familias revelan extraños pero sólidos lazos unos con otros, lazos que están ahí aunque no se manifiestan más que de manera casual, bajo la lluvia, caminando los tres con pintas totalmente distintas, mojándonos un poco.
Entonces de la nada mi hermana dice que ayer iba a volver con su pololo, pero hoy decidió que no. Lo dice de la nada. Sin drama, con una tranquilidad extraña, como es ella. Yo me fijo que sin querer mete un pie al agua y sigue avanzando. Como yo voy con un bolso que aleja un poco a mi hermano. él se pone por el otro lado para taparme mejor con el paraguas.
Mi hermano pregunta por qué, pero lo dice demasiado bajo y además no sé si mi hermana pudiera contestar esa pregunta. Así que seguimos en silencio. Yo luego hablo unas pequeñas frases al rededor de lo que ella contó, con su mismo tono natural. Y mientras lo hago también meto un pie al agua. Luego también me fijo que lo hace mi hermano.
De pronto pienso que también parecemos una escena de Kim Ki Duk, en Dirección desconocida, tres personajes con un problema en uno de sus ojos, que avanzaban por un camino... también con lazos invisibles, pors upuesto. De hecho la sensación es exactamente la misma. Los tres nos llevamos por cinco años cada uno. Yo soy el mayor.
No hablamos mucho y los tres llegamos a casa. Nos separamos y cada uno va a su mundo, a su pieza, a su sector, a su ritmo.
¿Pensarán ellos también en aquel momento?
Estoy seguro que sí.
Creo que fue bello, y sencillo.
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Afuera sigue la lluvia y su sonido me protege... no sé como explicarlo en verdad, pero siento que me cobija.
Y sí, tengo dos hermanos. Hemos cambiado. Somos distintos.
Pero somos tres.
Y la lluvia nos cobija, como una misma madre.
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