Leo a Capote. A Truman. Nuevamente después de bastante tiempo. Y es que no escribió mucho y hubo un momento en que lo leí de golpe. Y se me acabó.
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No se entienda en todo caso que lo leí a la rápida. De hecho lo leí lento, con afecto, tanto así que me entristece comparar sus primeros escritos con los últimos de su vida y casi no me animo a leerlos. Ver el cambio en el estilo de su correspondencia. La negación de sus propios sueños. Sus fallidos intentos por hacerse con otra gran novela. La forma en que murió.
No se entienda en todo caso que lo leí a la rápida. De hecho lo leí lento, con afecto, tanto así que me entristece comparar sus primeros escritos con los últimos de su vida y casi no me animo a leerlos. Ver el cambio en el estilo de su correspondencia. La negación de sus propios sueños. Sus fallidos intentos por hacerse con otra gran novela. La forma en que murió.
Pero vamos en orden:
Lo primero que leí coincidió ser lo primero que escribió: Otras voces, otros ámbitos, libro con el que de pasada se dio a conocer y saltó de un golpe a la fama. Recuerdo que cuando lo leí la primera vez, lo que más llamó mi atención fue la edad en que lo había escrito -creo que a los 22 o 23 años-, pues parecía un libro trabajado y corregido pulcramente. Me encantó también la "suavidad" de la historia, la manera en que los personajes recorrían un ambiente que se hacía maravilloso y la forma en que eran descritos algunos personajes. El libro sabía construir una atmósfera brumosa, pero llena de sentimientos nítidos y fuertes, como en el interior de un ser que no es aún consciente de ellos.
Con el tiempo fue uno de los libros que di a leer de él a algunos alumnos, aunque la verdad creo que no causo gran revuelo. Por lo menos no recuerdo nada sobresaliente que alguien haya opinado o dicho respecto a él.
Otro de sus libros que acostumbro dar a leer -con el anterior desistí en todo caso y sólo lo agrego como opción en algunas ocasiones-, es Desayuno en Tiffany´s, y es que me parece un libro maravilloso, casi perfecto, sin nada de más en su escritura, muy bien llevado, con una historia hermosa y un personaje increíble: Holly Golightly, -de quien hablaré en otra oportunidad-.
Es un libro que al menos debo haberlo leído seis o siete veces, y nunca ha dejado de gustarme y producirme algo extraño durante la lectura. Siempre se renueva la ansiedad cuando se acerca el final y Holly baja en medio de la lluvia a encontrar al gato, esa necesidad de cambio de ruta, ese ver entre rendijas de tu propia vida, ese temor y esa alegría porque de todas formas se tiene todo por delante... creo que muy pocos libros saben captar eso de aquella forma, y mucho menos entregarlo así, como una pequeña joya, como un producto mismo de Tiffany´s.
Un par de veces vi la película, pero el final cambiado solía restarle un peso importante, sin el cual todo se desvalancea... por más que uno terminase embobado con la Hepburn, o pensando como el actor pudo haber terminado su carrera interpretando a Anibal Smith, en Los Magníficos, aquella película -con lo magnífica que es- siento que es algo que ha quedado en deuda.
Con todo, es un libro que algunos alumnos han sabido disfrutar, en el que han visto corresponderse uno a uno los símbolos con los que hemos trabajado y en el que les ha gustado cierta atmósfera que genera, al menos según lo que comentan en sus trabajos. Recuerdo que una vez una apoderado de un colegio a quien le presté el libro me mandó a decir con su hijo que le encantó el libro, que le enviara otro similar o le recomendara alguno parecido. Tras darle varias vueltas en la cabeza no se me ocurrió nada. Hoy quizá podría intentarlo, pero supongo que también me entrarían dudas.
No me gusta Capote después de Desayuno en Tiffany´s. Creo que es su discurso alcanza ahí la cima y luego no tuvo nada propio que decir. Antes de ese libro sin embargo me gustaron de todas formas algunos otros textos. El arpa de hierba, por ejemplo, -en especial un capítulo en que los personajes terminan en una casa arriba de un árbol, creo que era el quinto-, y algunos relatos increíbles, entre ellos uno muy hermoso llamado Un regalo navideño (suelen publicarlo siempre junto a Desayuno...).
Hace unos años además, eso fue lo último "nuevo" que leí de Capote, se publicó la novela Crucero de Verano, que habría sido escrito cuando Truman tenía 18 años. El libro me lo regalaron en un curso por suerte, porque estaba bastante caro. Y la verdad me gustó, tenía algo vivo que no existe en sus últimos escritos.
Y es que si bien en Música para camaleones, o en las distintas crónicas que siguió sacando hasta pocos años antes de su muerte, existen retazos del viejo Capote, lo cierto es que la visión que había motivado aquellos libros, la fe que parecen tener cada uno de ellos, parece perdida. Capote se solidificó y sus palabras se hicieron demasiado fuertes para manipular aquellos primeros personajes y todos sus sueños que se quebrarían al menor roce si hubiese querido escribirlos más tarde.
Siento que Capote se pudrió. Que tuvo asco. Que no supo si era de sí mismo o de los otros y buscó liberarse de eso y ya no pudo. De ahí el intento de Plegarias atendidas... Capote intentó demostrar que ese mundo que habitaba estaba corrompido, pero él mismo era parte de ese mundo, y ya no recibía luces del otro, -ese que vive en sus primeros textos- así que todo intento fue un fracaso.
Y el propio genio de Capote terminó por aplastarlo. Podía hacer lo que fuera con las palabras, pero había perdido algo, y ya ni siquiera sabía donde buscarlo. Era como un dios que podía hacer la más perfecta figura con el barro, pero carecía ya de aliento para soplar sobre ella y entregarle vida. Y es que el aliento de Capote olía más bien a alcohol, y drogas, y a muerte anticipada.
¿Y por qué no menciono nada de A sangre fría?
Porque creo que ahí está la clave para el cierre de Capote. Su pérdida de la inocencia, su transformación, su eclipse. Y es que de pronto este niño se vio enfrentado al mundo gris que esconde cada hombre, se dio cuenta que no era mejor que el más culpable de los asesinos. Se dio cuenta que la sociedad misma era gris y oscura, y que en cierto sentido debía ser asesinada.
Y ya no hubo espacio entonces para otra Holly, no hubo espacio para los sueños de ese niño hablando con su tía mientras preparaban pasteles para regalar en navidad, ya no hubo espacios para sueños que se entierraron y no pudieron ser limpiados nuevamente.
No. Capote no volvió a ser el mismo. No sé que habrá sentido al mirar atrás en sus escritos. Quizá se asustó demasiado y los sintió un artificio. Y es que con ese inmenso talento que tenía y esa verdad que le había sido revelada debió haberse sentido en deuda. Y entre cumplir y no cumplir eligió lo más fácil, y erró el camino.
Y olvidó quien era y lo que había escrito. Y se quedó con el cartón, con el escenario, con los aplausos, con el vacío.
Y es que leo también la forma en que murió, su rotunda negativa a que llamasen una ambulancia y sólo espero que en ese momento, Capote haya podido entender aquello que había hecho. Y si lo hizo espero que en vez de apesadumbrarse más, haya sonreído, y haya pensado que él también estuvo simplemente "en tránsito" como decía la tarjeta de la Golightly y que algún día su talento fue de la mano con algo que estaba vivo y que dejó de ir... Ojalá haya recordado que su segundo nombre era Streckfus, como un pequeño muñeco sonriente y hermoso, que sigue estando ahí a pesar de que los niños que con él jugaron se hicieron viejos, se endurecieron, y murieron.
Causa y efecto, como diría San Agustín.
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