lunes, 3 de mayo de 2010

El círculo rojo, de Jean Pierre Melville o El crimen vive al interior de cada hombre.

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Es de madrugada y acabo de ver El círculo rojo, de Jean Pierre Melville. Estoy en un edificio trabajando de conserje y me deben quedar algo así como 5 horas para que acabe el turno.
Sin novedad, anoto en el libro del trabajo, como de costumbre. Y es que en verdad no hay muchas.
Supongo que me hará falta dormir un rato pues en unas horas más debo hacer una serie de trámites y revisar pruebas y otras cuantas cosas. Además mañana comienzo a trabajar en una escuela nocturna y se hará más pesado el día. Aunque la verdad es un trabajo que tenía ganas de realizar desde hace tiempo, y espero que funcione.
Mientras veía la película trataba en lo posible de asimilar la conducta de Alain Delon. Ni qué decir que falta pinta, estilo, y unas cuantas cosas más, pero el punto es que son las 3 de la madrugada y aún estoy con una polera manga corta. Todos los que pasaron junto a mí me preguntaban que si no tenía frío, y la verdad no tenía. Y no tengo. Estoy a lo Delon, concentrado e inexpresivo, y al igual que en las películas de Melville cuido mis palabras –al hablar con los demás al menos- como si fueran balas, pues ninguna debe ser desperdiciada.
Años atrás ya me había asombrado otra película en que este director hacía dupla con Delon: El samurai. Y la verdad es que el personaje que interpreta el actor es prácticamente el mismo. Incluido el sobretodo que lleva puesto en gran parte del film.
Y es que tal como se dice en la película que acabo de ver, nada puede modificar la naturaleza profunda de un hombre, y Melville nos está hablando siempre de este hombre, que acepta el crimen o el asesinato como parte de su naturaleza, y que sabe, sin embargo, permanecer limpio, y no corromperse como el resto de los de su especie.
De esta forma, en El círculo rojo, Melville provoca el encuentro de varios de estos hombres, y dejando fuera las pasiones y los valores tradicionales que comúnmente se ponen en juego en este tipo de películas, deja que estos personajes se conduzcan según sus propios roles, con una pulcritud y una exactitud que los lleva hasta un desenlace perfecto, donde cada uno muestra en sus acciones, la huella exacta que deja su ser, cuando se ocupa por completo de aquello que se le encomienda.
No es necesario por tanto conocer nada en la historia de estos hombres… No sabemos por ejemplo por qué había estado preso el personaje que interpretaba Delon, ni mucho menos sabemos de qué se le acusaba a Vogel, el personaje que se encontró con él tras huir de quienes lo habían atrapado. Y es más, no sabemos ni siquiera si son culpables, y es que esto, a lo largo de la película, se revela como una pregunta absurda.
Después de todo, todos son culpables, como señala el Director General de la policía en un momento del film: Todos los hombres son culpables, incluidos los propios policías. Y es que Melville nos muestra que el crimen vive en el interior de cada hombre, pero aquel que sabe verlo, aquel que se conoce lo suficiente como para saber distinguir qué es aquello que realmente le pertenece y logra comportarse de acuerdo a ello, más allá del resultado de sus acciones… aquel que logra, sobre la aceptación de aquella premisa, encontrar nuevos valores, como la lealtad, el silencio mismo y la comprensión hacia el otro que ese silencio encierra, puede quizá, de alguna forma, llegar a ser inocente.
Y cuando el hombre alcanza este nuevo estado de inocencia, y es capaz de desvincularse de sus pasiones y todas aquellas necesidades que convierten al crimen, -y por tanto a su misma naturaleza-, en algo pueril, enajenado y sucio, el hombre ha alcanzado su completa libertad, y es digno de mirar de frente y tener la pinta de Delon y caminar con la ropa perfecta y la actitud perfecta y hasta morir con la ropa limpia y estirada más allá que te lleguen uno o mil balazos, en tu última escena.
Entonces veo que ya es la hora de hacer una nueva anotación en el libro de conserjería, y pienso que debo repetir aquel sin novedad característico, aunque esta vez sólo abreviado, a lo Delon: SN, coloco. Y cierro el libro.
Por último pienso qué habría escrito el personaje de Delon, de llevar un blog (cosa que por supuesto no haría, en todo caso), y me imagino lo siguiente… algo así como un haikú que diría:
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“Así como el blanco cisne
Se eleva al cielo
No dejes huellas aquí abajo”
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Texto además que, supongo, hubiese sido su única entrada.

3 comentarios:

  1. Aquí están los link de descarga, si a alguien le interesan (formato avi - los subtítulos están incluidos como archivo en el rar):

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  2. Gracias, tras la caida de megaupload me estaba costando encontrar esta joya. La vi hace tiempo pero no la encontraba, me parece junto al samurai los maximos exponentes del cine del hampa frances.

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  3. ojalá funcione todavía, yo ya ni recuerdo de qué página los saqué.

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