domingo, 30 de agosto de 2020

Sin subtítulos.


Me quedé la última noche viendo un par de películas en blanco y negro.

Películas finlandesas, por cierto.

En idioma original y sin subtítulos.


Si me preguntan ahora no sabría decir por qué lo hice.

Supongo que quería desconectarme de todo.

Ver algo que me permitiera estar fuera de mí, por unas horas.


En la primera película me parece que había un detective.

No podría asegurarlo, pero eso al menos me pareció.

Si era así, buscaba un documento que fue quemado al final, justo antes de los créditos.


La segunda película era de una mujer que vivía cerca de un puerto.

Vivía sola, con un perro, hasta que la culpan y encarcelan por un robo que no cometió.

Cuando sale libre, tiempo después, el perro no la reconoce.


No vi una tercera película porque ya amanecía y debía escribir un texto.

Este texto, por cierto, debía escribir.

Así que intenté volver a mí y así llegué entonces, exactamente, hasta esta palabra.


Sin sentir, prácticamente, llegué hasta esa palabra.

Supongo que en parte se debe a las películas finlandesas.

Pero también debe haber algo más, que probablemente no quiero averiguar.


Y es que el amanecer, incluso, tiene olor a anestesia.

Quisiera que fuese distinto, pero esa es la realidad.

Y estoy aquí, simplemente, porque no estoy en otro sitio.


Todo (tal vez) por un documento quemado.

Todo (tal vez) por un perro que probablemente no era el mismo.

Todo porque las agujas en la piel, hacen cada día, menos daño.

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