miércoles, 12 de agosto de 2020

Sobre el agua.


Tomas un crucero para volver,
no para ir.

Porque sabes que regresas
tomas un crucero.

Debes volver para pagar, incluso,
algunas cuotas.

Mientras tanto sacas fotos.

Mandas mensajes.

Bebes algo.

Respondes algunas preguntas:

Algo incómodo el lugar para dormir.

Baños pequeños.

Lo mejor son los restaurants, el bar, las tiendas.

La piscina es casi tan grande como la del hotel
al que fuiste hace unos años.

Casi tan grande, pero acá es mejor,
agua sobre agua

Es lindo, comentas.

Atienden bien.

Por momentos parece un mall.

El salón de eventos es en parte un casino.

La noche anterior hubo festejos porque alguien ganó un gran premio.

Todos se alegraron, como si ellos mismos hubiesen ganado.

Una especie de hermandad, sobre el agua.

Es como un juego.

Te diviertes, comes, compras, pagas…
pero todo eso está en circulación, en el barco.

Pasa de uno a otro, explicas.

Es como un juego.

A esta hora en que escribes
la mayoría está durmiendo
flotando sobre el agua.

Eso escribes y ellos se alegran por ti.

Te dicen que mejor descanses y que mandes fotos.

Ya se verán, cuando regreses.

Mientras tanto dicen que te extrañan.

Como última imagen, esa noche,
les envías aquella que te tomó el fotógrafo del crucero.

Está muy linda.

Es esa en que apareces descansando en la piscina.

Flotando en una cama, con una copa a un costado.

Flotando en el agua que flota sobre el agua.

Entonces apagas la luz.

Ellos comentan que te ves bien.

Que lo pases espectacular.

Dicen que te envidian.

Que te lo mereces, sin duda.

Todos dicen que te lo mereces.

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