jueves, 6 de agosto de 2020

Al revés.


Al final fuimos esa noche a ver a un tipo del que hablaban mucho, cuya gracia, supuestamente, era que contaba los chistes al revés.

Ya habíamos escuchado a varios conocidos hablar de él diciendo que tenía un estilo único, que habían disfrutado su show y que se presentaba a diario en un local que, por un valor fijo, podías consumir toda la cerveza artesanal que pudieras tolerar.

Era un local un tanto underground, por supuesto, pero estaba tan lleno de gente esa noche que debimos compartir mesa con otra pareja que llegó junto con nosotros (muy mayores, ambos), poco antes que el tipo de los chistes comenzara su rutina.

La verdad es que hasta que subió al pequeño escenario, ni siquiera había intentado imaginar a qué se referían con eso de que contaba los chistes al revés, por lo que no esperaba nada en concreto.

Cuando apareció -un tipo delgado, muy bajito y con lentes de gran tamaño-, casi de inmediato todos se mostraron alegres y, salvo pequeñas risas, había un silencio absoluto.

Comenzó entonces, sin preámbulo alguno, a contar algunas historias. Todo lo hacía con un mismo tono de voz, sin expresiones ni movimientos especiales para enfatizar algo.

En el local, todos reían menos yo. Algunos casi lloraban de risa. Yo, en cambio, apenas lograba entender las historias. Y cuando lo hacía, por lo general no me parecían chistosas.

Esto es un ejemplo de lo que recuerdo:

-Paraguayo, me contestó -decía el tipo-. Y es que antes yo le había preguntado ¿para qué?... Y antes de eso él se había acercado y me había dicho que era paraguayo, y que necesitaba urgentemente que le firmara un papel...

Todo muy fome, para mi gusto… además de difícil de seguir… y si bien es cierto el estilo del comediante era llamativo, no justificaba la forma en que todos reían ahí dentro.

De hecho, recuerdo haber sospechado que se burlaban de mí… que todo era algo así como una “cámara indiscreta”, de las que se hacían en programas de antaño… pero habría sido demasiada gente confabulada… no podía ser eso…

Por lo mismo, mientras todos reían, comencé a mirar el local… las caras de la gente, me refiero, en el local… sus risas…

La chica con la que fui me tomó la mano mientras reía… sin siquiera mirarme… Cuando lo hizo, en una pausa entre dos chistes, me preguntó qué me pasaba.

Iba a contestarle cuando la rutina del hombre siguió y volvieron las risas. Yo pedí mientras otra cerveza, al menos para compensar la paga.

Entonces me fije que, de pie, junto a la mesa, había una mujer embarazada, también riendo, por supuesto. Le hice un gesto para que se sentara en mi silla, y ella accedió. Yo aproveché de retroceder un poco hasta que salí del local y respiré el aire frío, de la noche.

Era algo que acostumbraba hacer al iniciar o terminar un día. Ir a un lugar abierto y respirar hondo, mientras cerraba los ojos.

Lo había hecho esa mañana, por cierto, antes de comenzar el día.

Quise retroceder hasta ese momento, huyendo de las risas… y creo que de cierta forma pude hacerlo.

El día estaba naciendo, el sol apenas se asomaba y yo estaba tranquilo.

Respirando.

Sin una historia que contar.

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