sábado, 15 de agosto de 2020

Koalas.


Se me subían koalas, en el sueño.

O sea, se me subían a mí, en el sueño, los koalas.

No sé porqué estaba ahí, caminando apenas, en el sueño.

Entonces un peso, en un hombro, y se sentían unas garras.

Disculpen que lo cuente así, a todo esto, como forzando algo.

Pero en el sueño, todo era extraño, y me sentía acobardado…

Y es que no sé cómo decirlo…

No eran lindos los koalas.

Tampoco me agredían, es cierto, solo se aferraban.

Pero luego se subió un segundo… y un tercero…

Y el peso me hacía tambalear, en el camino.

Cuando un cuarto se colgó de una pierna se le acercó otro que estaba en mi espalda.

Le gruñó y luego se lanzó hacia él y comenzó a empujarlo.

Yo tuve que apoyar una rodilla, para no caerme, en el piso…

Mientras, observaba que el koala mordía al otro, para que se alejara.

Eran aterradores, los koalas.

Eran cosas vivas.

Podías sentir que se aferraban… que tenían huesos… que respiraban…

Entonces intenté pararme y no pude.

Un nuevo koala se lanzó al brazo que tenía libre y terminó de derribarme

Las garras de otro me habían hecho una pequeña herida, en el cuello.

En cualquier momento iba a tener que sacudirme y pelear como pudiese.

Aferrar a alguno, tal vez y azotarlo contra el piso.

Pensé de todas formas que era poco probable que atacaran.

Calculé la fuerza necesaria para quebrar huesos…

Para azotarles las cabezas contra alguna roca...

Lo importante era proteger mi cuello, de mordidas, si se daba el caso.

Hice cálculos… respiré hondo.

Mientras lo hacía, sentí las patas de otro koala en mi cara.

Decidí gruñir, incluso, al atacarlos…

Había un olor ácido, en el sueño.

Tenía asco...

Hasta cuando desperté, tenía asco.

Entonces fui hasta el baño... Vomité.

Sin pensarlo, me duché con agua helada, para alejar lo que sentía.

Y es que eran cosas vivas, los koalas.

Tenían huesos y órganos... ¡respiraban...!

Eran cosas vivas...

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