lunes, 10 de agosto de 2020

El origen de la fiebre.


I.

Localizar el origen de la fiebre, me dijeron. Eso es lo primero. Para ello hubo que hacer exámenes y una serie de pruebas que, según entiendo, no arrojaron nada claro. Me enviaron entonces donde otros especialistas que fueron uno a uno descartando complicaciones. Finalmente, como la fiebre no solía superar los 38, 5 y por lo general no duraba más de una o dos horas diarias, lo dejaron así. Estableciendo límites que pudiesen considerarse emergencias y buscar entonces ayuda médica. Que yo recuerde, al menos, nunca fue necesario.


II.

No era tan malo tener fiebre. Objetivamente era incómodo y algo molesto, pero de cierta forma me sentía más yo, en ese estado. Ahora que lo pienso, tal vez sentía eso porque la fiebre solía llegar estando solo, generalmente mientras leía o veía alguna película. Y es extraño, pero creo que aquello que leí o vi así lo recuerdo más en relación a sensaciones que a historias o acciones específicas. Por ejemplo, tengo muy claro lo que Cobra Verde, de Herzog, me transmitió (recuerdo haber estado al límite de los 38,5 cuando la vi), pero más allá de una o dos imágenes no recuerdo nada de lo que trataban. Lo mismo con los libros que leí estando en ese estado. Extrañamente, me siento más seguro de haberlos comprendido de esta forma, sin recordar sus historias, pero con una impresión profunda y clara.


III.

Dejé de tener fiebre sin darme cuenta. No es que lo olvidara o la tuviese y no me percatara, pues el estado febril era algo que se sentía. En este sentido, no voy a decir que la fiebre era mi temperatura natural y que la he perdido, aunque de todas formas a veces lamento la pérdida. De hecho, trato de evitar ver las películas o leer los libros que absorbí en ese estado, que por lo demás duró varios años. Y es que siento que contaminaría lo que comprendí, si las veo o leo nuevamente. Por lo mismo, celebro no haber descubierto el origen de la fiebre y agradezco, sinceramente, su presencia. De todas formas, debo reconocer que no siento su partida como algo definitivo. Sé que cuando vuelva, sin duda, vendrá por mí.

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