sábado, 22 de agosto de 2020

Una experiencia.


Mis padres me escondían huevos pascua. Muy poquitos, porque no había mucho dinero. De hecho, recuerdo una vez que un guardia se llevó a mi padre algunos, escondidos, bajo una chaqueta. Fue la única vez, por cierto, que lo vi robar. Lo esperé solo, no sé cuánto tiempo, esa vez. Puede que horas. Yo era muy pequeño. De todas formas, esa no es la experiencia que iba a contar acá. Lo que iba a decir estaba referido al encontrar los huevos. Yo los buscaba y mis padres me decían en el fondo cuántos eran. Supongo que para regular las expectativas. Así podía dejar de buscar cuando ya no hubiera más, o sabía que debía seguir cuando quedaba alguno. Sin embargo, recuerdo que lo que yo verdaderamente quería era encontrar alguno un tiempo después, sin buscarlo. Encontrarlo, ahí sí, como una verdadera sorpresa. Me había pasado una vez y era un buen recuerdo. Encontrar algo así, verdaderamente como un regalo. Tal vez si mis padres me hubiesen mentido y hubiesen dicho un número menor lo habían logrado, pero no recuerdo que mintieran en eso. Por lo mismo, me vi obligado alguna vez a mentir yo, y decir que ya había encontrado todos cuando en realidad dejé uno, escondido. Intenté olvidarme, por supuesto, pero no se podía. No de esa forma. Días después seguía buscando en un lugar y en otro, engañándome un poco a mí mismo, pensando que hacía otra cosa. Ahora que escribo esta experiencia, creo recordar, de hecho, que nunca lo encontré. Tampoco sé si actué bien o mal, en ese entonces. Supongo que eso es algo que nunca se sabe. Y cuya respuesta uno también, de cierta forma, sigue buscando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales