viernes, 8 de marzo de 2019

Una chica que mudó su piel.


Una vez conocí una chica que mudó su piel.

Es cierto.

Totalmente cierto.

No es una metáfora ni exagero aquí de forma alguna.

Pueden creerme: cambió la piel.

Encontré los restos, como una cáscara, una mañana en que volví antes del trabajo.

Ella estaba en la ducha y la piel desprendida estaba sobre las sábanas.

Me demoré unos minutos en comprender de qué se trataba.

Cuando lo hice, ella abrió la puerta del baño, y me observó.

Estaba envuelta en una toalla, pero podía ver la piel nueva del rostro, del cuello y de parte de los hombros.

Era una piel rosada, todavía un poco transparente.

Contrastaba con sus ojos, que eran los de siempre.

Su voz era firme. Casi agresiva.

-Por tu expresión supongo que ya viste lo que hay sobre la cama –me dijo.

Yo asentí.

-Siempre que me quedo aquí me ocurre –agregó-. Ahora traigo hasta bolsas para echar los restos.

Tras decir esto fue hasta un costado de la cama y, de espaldas a mí, se despojó de la toalla y se vistió sin mirarme ni un instante.

Luego, sacó una bolsa que llevaba doblada en su cartera y comenzó a meter en ella la piel reseca.

-Se  vuelven como hojas –comentó mientras lo hacía-, hojas de árbol, resecas… ocupan muy poco espacio…

Yo no sabía qué decir. Había olvidado incluso por qué había regresado, desde el trabajo.

-¿No te duele? –atiné a preguntar.

-No –me dijo-. Debo tener cuidado con la piel nueva, pero en unas horas ya está todo normal, como si nada hubiese ocurrido.

-Me alegro –dije yo.

Nos quedamos un rato en silencio mientras ella ordenaba sus cosas. Al parecer estaba a punto de irse. La situación era incómoda, supongo que para ambos.

-¿Podrías hacer como si esto no hubiese ocurrido? –me preguntó entonces-. ¿Crees que podríamos volvernos a juntar y no hablar nunca de este asunto?

Lo pensé un rato y luego le dije que sí, que no hablaríamos nunca de ese asunto.

-Me alegro –dijo entonces, y se acercó para darme un beso-. Si quieres cuando ya no nos veamos puedes escribirlo, y luego olvidarlo.

Yo sonreí también y luego ella se fue.

Nos volvimos a ver unas cuantas veces, desde entonces, a lo largo de un año.

Luego nos dejamos de ver así que tengo derecho de escribirlo.

Apenas termine –espero-, comenzaré a olvidarlo.

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