domingo, 10 de marzo de 2019

Tubos.


Trabajó durante cuarenta y cuatro años.

Veinticinco de ellos lo hizo en una fábrica de tubos.

Eran tubos de acero mayormente, aunque también los fabricaban con otras aleaciones.

Los tamaños eran variados, pero no recuerda haber visto tubos demasiado grandes.

Cuando le digo que sea más específico me dice que no cree que hayan sido de un diámetro mayor de cuarenta centímetros.

Nunca supo para qué servían.

Y es extraño, porque no recuerda que nunca alguien, tampoco, se lo hubiese preguntado.

Desde hace unas semanas buscamos averiguarlo, pero ya no quedan rastros de la empresa.

Tiene contacto con un compañero de trabajo de esa época, pero tras llamarlo, nos enteramos que él tampoco sabía para qué eran esos tubos.

Solo recuerdan que los venían a buscar en camiones blancos.

Mientras trabajó en el lugar desempeñó distintas labores.

Todas, sin embargo, estaban relacionadas con la mantención de las máquinas que determinaban la resistencia de esos tubos.

En su casa, como recuerdo de la época, guarda uno de no más de treinta centímetros.

A simple vista, puesto sobre la mesa, me hizo pensar que era un catalejo.

Ahora él lo tiene en sus manos y mira a través suyo.

No sé qué es lo que ve, ni qué es lo que mira.

Es una pena, dice finalmente, como si se avergonzara.

Realmente es una pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales