sábado, 16 de marzo de 2019

Un pez en un charco.


Alguien puso un pez en un charco.

Eso supongo, más bien.

Un pez rojo y pequeño, con apenas espacio para nadar.

Lo encuentro al caminar, en la mañana, luego de una noche de lluvia.

Me acerco a él y meto un dedo al agua para comprobar que es verdad.

El pez se mueve y trata de sumergirse, pero en el charco no hay gran profundidad.

Y claro, yo me quedo ahí, mirándolo, pues no sé qué se debe hacer cuando se encuentra un pez en un charco.

¿Poner un anuncio para ver si encuentro al dueño…?

¿Llevármelo a casa en una botella con agua mineral…?

Busco respuestas mientras otros transeúntes pasan junto al charco.

Finalmente me decido y regreso a casa, a buscar un recipiente y agua, para poder llevarlo.

Mientras lo hago, pienso que no tiene lógica alguna lo del pez en el charco.

De hecho, dudo por momentos que lo haya encontrado en realidad.

Así, mientras me acerco al charco, temo incluso no encontrar al pez.

Pero ahí está.

Con cuidado lo meto al recipiente y lo llevo a casa.

Me quedo  junto a él, mirándolo, sorprendido.

Y cada movimiento suyo, debo confesar, me sorprende un poco más.

Se me pasa así el tiempo y ante el retraso, decido no ir a trabajar.

Es que encontré un pequeño pez rojo en un charco, les digo.

Pero no parecen escuchar.

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