viernes, 29 de marzo de 2019

La chica de los bolsillos.


Nació con bolsillos.

Yo no lo creía, pero resultó ser cierto.

Ella misma me los mostró.

Eran dos.

Uno estaba en su pecho, como el bolsillo pequeño en una camisa.

El otro era similar a un bolsillo trasero del pantalón, donde se acostumbra llevar la billetera.

Tras comprobar que eran verdaderos pensé que habían sido fruto de una operación.

Pero ella me demostró que eran de nacimiento.

Lo hizo enseñándome fotos de cuando era pequeña.

Un bebé como cualquier otro, solo que con dos bolsillos en su piel.

No me dejo meter mis manos, pero ella misma metió las suyas para demostrarme que eran funcionales.

Sin embargo, a pesar de aquello, dijo que nunca había guardado nada en su interior.

No ha sido necesario, fue lo que dijo.

Tuvimos sexo esa noche, pero me advirtió sobremanera de no indagar en sus bolsillos.

Fue bastante incómodo, de hecho, pues yo no paraba de intentar acercarme a ellos, incluso inconscientemente.

Y claro, ella estaba atenta al menor roce, y se ponía a la defensiva.

Por lo mismo, decidió cubrirse para poder dormir un poco aquella noche.

Ahora debo ser la chica de los bolsillos, para ti, me dijo, antes de dormirse.

Uno pierde el nombre y se transforma en eso.

SI volvemos a vernos insistirás en que te muestre qué hay dentro y no te quedarás tranquilo aunque te diga que no hay nada.

No sé qué pasará, le dije. No sabemos.

Ella no siguió la conversación y yo me quedé en silencio, fingiendo dormir.

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