viernes, 20 de abril de 2018

No era tan malo.


Él me explicaba que no era tan malo sentirse perdido. Una y otra vez, me lo explicaba. Y es que no importaba de qué habláramos, lo cierto es que siempre lograba llevar la conversación al punto necesario para decir aquella frase. Que no estaba mal sentirse perdido, me refiero. Por lo general lo hacía mientras contaba sobre una oportunidad en que se extravió en la Patagonia. Sin exagerar, debo haber escuchado esa historia al menos una docena de veces. Por lo mismo, no me interesa repetirla ahora. Dentro de esa narración, sin embargo, el acostumbraba hablar sobre el sentirse perdido. Y era entonces que explicaba que aquel que se siente perdió no está realmente en ese estado. Y claro, como uno no entendía del todo tras esa primera afirmación, él señalaba que todo aquel que dice estar perdido ya ha reconocido al menos no estar en un lugar correcto y puede utilizar esto como un sistema de referencias. Es decir, el que dice estar perdido tendría al menos una meta definida y sabría que no está en el camino que conoce, para poder alcanzarla. Estar verdaderamente perdido, en cambio, suponía desconocer del todo en que sitio uno se encontraba, pudiendo creer, incluso, que se está en el lugar correcto, pero sin estarlo. Y claro, eso era lo que él explicaba aunque lo hacía a la par de aquella historia sobre la vez que se extravió en la Patagonia y otras más, a veces, según los que estuviéramos reunidos. No separaba la historia de los argumentos, podríamos decir, si estamos atentos al aspecto menos importante de lo que hacía. Espero, ciertamente, que ese no sea el caso.

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