viernes, 27 de abril de 2018

Esto pasa.


I.

Voy caminando.

Cargo una mochila y avanzo por el sendero.

Comienza a llover.

Como la lluvia es suave no me apuro.

Me mojo tranquilo, simplemente, bajo la lluvia.

Pasa entonces una hora.

La lluvia persiste y aumenta su intensidad.

Tengo una capa impermeable, en algún lugar de la mochila.

Camino diez minutos más y decido sacarla.

Me cuesta encontrarla, en principio.

De hecho, casi debo vaciar la mochila para esto.

Luego, por supuesto, debo ordenarla.

Ahora intento ponerme la capa.

Me demoro un poco, en hacerlo.

Justo cuando termino de ponérmela deja de llover.

Varios me habían advertido que esto pasa.


II.

Otro día, durante el mismo viaje.

Situación similar; mismo sendero.

Esta vez voy con la capa, y está lloviendo.

No de manera tan copiosa, pero llueve.

Tras caminar un poco decido mojarme.

Directamente, bajo la lluvia.

Además la lluvia es suave y agradable.

Por esto, decido sacarme la carpa y caminar un poco, bajo la lluvia.

Dejo entonces la mochila a un costado y me preparo para guardar la carpa.

Apenas me la quito, sin embargo, deja de llover.

Me habían advertido, de todas formas, que esto pasa.


III.

El mundo está lleno de desgracias, me dijo.

Verdaderas desgracias, continuó.

No estoy hablando de la lluvia ni ese tipo de cosas.

Hablo más bien de cosas terribles que ocurren siempre en uno u otro sitio.

Nuestro único consuelo es saber que no las causamos.

O repetirnos más bien, que no la causamos.

Y claro, mientras hacemos eso cubrirse o ir directamente hacia la lluvia.

Tú sabes de esas cosas, me dijo.

Y todas las cosas pasan.

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