miércoles, 24 de enero de 2018

Un dios que levanta los hombros.


Fui a verlo porque me contaron la historia y llamó mi atención.

Se trataba de la figura de un Cristo, en una iglesia pequeña, que luego de un terremoto se quebró y quedó clavado en la cruz, pero con la impresión de que estuviese levantando los hombros.

Tras lo ocurrido, varios parroquianos pidieron inmediatamente que cambiaran la figura –o al menos la quitaran mientras llegaba una nueva-, pues no era posible que incluso Dios levantara sus hombres ante nuestras consultas o peticiones.

El padre de ese entonces, sin embargo, se sirvió de la posición de la figura para sus sermones, destacando la idea de que éramos nosotros mismos los encargados de resolver nuestras preguntas, buscando las respuestas en el corazón del hombre, donde habitaba también Dios, quien respondía por nuestra propia boca, si así lo permitíamos.

Esas mismas ideas fueron escritas en un cartel que quedó en ese entonces bajo el Cristo, junto a una serie de mensajes, agradecimientos y peticiones que fueron llevando los fieles hasta los pies de la figura.

De esta forma, la figura ha ido cobrando cada vez más adeptos, algunos de los cuales aseguran que incluso han sucedido unos cuantos milagros a partir de las peticiones al Cristo que se levanta de hombros.

Uno de ellos dice relación con la recuperación de la voz de una  mujer que la había perdido. Ella es, por cierto, quien me cuenta detalles de la historia y me hospeda en su casa, por estos días.

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