sábado, 27 de enero de 2018

Dos pastillas blancas.


I.

-No puedo dormir si no me tomo al acostar dos pastillas blancas –me dijo.

-¿Qué tipos de pastillas blancas? –pregunté.

-Cualquiera –contestó-, lo importante es que sean blancas.

-Ya –dije yo, sin creerle en lo más mínimo.


II.

Como a la quinta noche comencé a sospechar que lo que decía era cierto.

Y es que la había visto sacar, aparentemente al azar, pastillas desde un tarro, de diferentes tamaños, formas e inscripciones, pero todas blancas.

Sin decirle nada me puse a investigar en las pastillas y encontré aspirinas, ibuprofeno, paracetamol y bastantes otras que no tenía forma de adivinar qué eran.

-Al menos no parecen ser pastillas muy peligrosas –le dije, luego de revelar mi investigación.

-Sí –afirmó-. Si son blancas y no son más de dos, no hay problema.


III.

Esa misma noche, para demostrarle que aquello podía ser peligroso yo mismo le entregué dos pastillas blancas con fuertes dosis de cafeína.

Ella se las tomó, confiada, y se preparó para dormir.

Extrañamente, no pareció recibir efecto alguno y se durmió tranquilamente, a los pocos minutos.

Complementariamente, también despertó por la mañana, sin ninguna perturbación.


IV.

-No sé por qué te preocupas tanto –me dijo anoche-. Yo creo que también están necesitando un par de las blancas.

-¿Lo dices en serio? –pregunté.

-Da lo mismo cómo lo diga –me dijo-. No tienes la fe necesaria, para que surja efecto.

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