miércoles, 3 de enero de 2018

El coro.


Cuando lo del coro se volvió un trabajo comenzaron los encargos raros. Yo se los advertí, pero nadie me escuchó ante la posibilidad de ganar algo de dinero extra. Fue así que trabajamos en la grabación de un comercial de comida para gatos y hasta tuvimos que vestirnos con ropas de látex para cantar en el recital de un grupo punk que mezclaba en su estética el porno barato, el cine expresionista y la ciencia ficción. Fue después de eso que votamos para proyectar nuestro futuro y terminó renunciando Marcela, Franco y Tamara, y quedamos a un voto de separarnos totalmente. Y claro, yo había estado tentado de dar ese voto, pero finalmente accedí a intentar con un último proyecto que me pareció, en un primer momento al menos, como más desafiante en lo que a técnica vocal se refería. El trabajo nos lo propuso un chico recién titulado en composición que quería montar una creación en que el coro trabajaría solo con ruidos. Nada de palabras, me refiero. Solo ruidos breves durante las dos horas y media que duraba la obra. Trabajamos cerca de tres meses en ese proyecto. Los últimos tres meses, por cierto, en que estuvimos juntos. Un trabajo terriblemente difícil ya que parecía imposible memorizar esos ruidos inconexos y sin significado alguno. En mi caso tuve que inventar fórmulas para memorizar y codificar todo, pero demoré varias semanas en que comenzaran a dar resultado. Y no hablemos de encontrarle un sentido, que ninguno de nosotros aspiraba a tanto. Fue como desarmar una máquina, ese trabajo. Desarmarla y no rearmarla ni crear otra, con las piezas, pues la obra final ni siquiera nos resultaba armónica. Fue así que durante el proceso desaparecieron Juan, Fernando y Mónica, y estuvimos a punto de buscar un reemplazo para Carlos, que era una de las voces principales y tuvo un colapso nervioso a dos semanas de la única presentación que realizamos. La presentación la realizamos ante unas cicuenta personas en el auditorio central de una facultad, donde los aplausos se los llevó únicamente el compositor, que se graduó con honores a partir de ese trabajo absurdo. Nosotros simplemente cobramos y dividimos el dinero, días después. No fue necesario votar para saber que no volveríamos a trabajar en esto. Ismael lloró un poquito y Camila me besó en los labios, cuando nos despedimos. Nunca volvimos a vernos, desde entonces.

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