lunes, 15 de enero de 2018

La última uña (Educación sentimental II)


Sinceramente no lo entiendo, me dijo. Ayer asaltaron a un vecino y lo torturaron para que dijese dónde tenía dinero oculto. Es un vecino que abrió un negocio de importación de automóviles y al parecer había llevado una gran suma de efectivo a la casa. Según dijeron en el noticiario, lo golpearon varias veces, le fracturaron ambas piernas y le arrancaron las uñas. Diecinueve uñas, dijo el periodista. Y es que al parecer mi vecino confesó dónde estaba el dinero justo antes que le arrancaran la última uña. Y claro, más allá de la violencia empleada, eso es lo que no entiendo. Me refiero a que he intentado reconstruir la escena y no comprendo. Sé que no soy muy empático, pero de verdad lo he intentado. Es decir: entran hombres a mi casa y me exigen les diga dónde tengo cierto dinero; me niego; entonces me golpean en numerosas ocasiones, me fracturan las piernas, me arrancan una a una las uñas de manos y pies y entonces, recién entonces, justo cuando queda la última uña yo confieso... Sinceramente no lo entiendo... ¿Es acaso un dolor distinto perder la última de las uñas? ¿Por qué se esperar hasta ese entonces…? Sinceramente no lo entiendo, repitió. ¿Hay acaso esperanza en esa última uña…? Sinceramente no lo entiendo…

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