domingo, 1 de octubre de 2017

Apuntes encontrados /1994/ (a modo de introducción)


Unos vivían en el continente y los otros en una isla.

Entre ellos estaba el mar.

Entonces, aunque no se sabe bien cómo, comienza una disputa entre ambos.

Un odio casi irracional que los lleva a decidir que deben acabar con el otro.

Tras meses de pensar una forma para hacerlo los del continente se organizan en torno a una idea.

Dicha idea considera particularmente la geografía del lugar.

Y es que, -como la tierra donde vivían sus enemigos era baja-, los del continente pensaron que si lograban que suba el nivel del mar, esa isla, probablemente, debiese desaparecer.

Todos los del continente, por cierto, aplaudieron esa idea.

Lo primero que hicieron fue construir canales para llevar el agua de sus embalses al mar.

Dejaron un mínimo, por supuesto, pero creían que todas las acciones contribuirían poco a poco con su idea.

Para esto, los habitantes comenzaron a beber menos agua y vivir con el mínimo posible, pues sabían que toda el agua que ahorraran podía hacer subir el nivel del mar, y mermar poco a poco sus enemigos.

Un litro que ahorraran al día, pensaron. Tres millones de habitantes. En una semana ya tendrían más de veinte millones de litros extras, para comenzar a hundir a su rival.

Tras esto, -que no pareció dar grandes resultados-, los habitantes del continente se organizaron para comenzar a llevar piedras al mar. Grandes piedras, ojalá.

Los gobernantes, bajo la excusa de promover viajes a la costa, brindaron la posibilidad para que cada uno de los tres millones de habitantes fuesen hasta la costa y arrojasen piedras al mar, para que este subiese de nivel.

Todo el pueblo cooperó con la idea.

Los niños llevaban piedras en los bolsillos y los adultos llevaban bolsos enteros con piedras, que eran arrastrados por la arena hasta meterlos al agua, preocupándose que queden cubiertos, incluso con marea baja.

Luego de esto crearon contenedores.

O más bien -al menos en un inicio-, sellaron y reutilizaron aquellos que ya tenían amontonados en los puertos, arrojándolos al mar.

Sumadas estas acciones, -y el tiempo en que se realizaban-, hay que reconocer que comenzaron a verse los primeros efectos en la isla.

Pequeños efectos, es cierto, pero el agua ya había robado unos cuantos centímetros a la tierra, luego de unos pocos meses de odio.

Fue entonces que, preocupados por lo que comenzaba a suceder, los de la isla comenzaron a beber más agua y almacenar líquido en botellas.

(Quien piense que es una medida insuficiente calcule que cada uno de los trescientos mil habitantes logre almacenar veinte litros, y luego opine al respecto)

Luego, comenzaron la construcción de una  laguna de agua salada, desviando un brazo de agua del mar hasta un lago artificial, que habían hecho a un par de kilómetros de la costa.

No obstante lo anterior, también es bueno señalar que fueron precavidos, y se adentraron unos cuantos metros en la isla, para evitar mayores problemas.

El gobierno, asimismo, regaló piscinas para que cada uno de las familias pudiese almacenar en ellas agua, al mismo tiempo que brindaba cierta alegría a los niños del lugar.

Fue entonces que, los del continente, decidieron de pronto dejar de pescar, pues pensaron que con cada pescado que sacan del mar, el nivel del agua también bajaba, cuestión que había que evitar a toda costa.

Lo contrario, por cierto, hicieron los de la isla, quienes se hartaron de comer pescado y hasta pescar por simple deporte, para recuperar terreno perdido.

Es en medio de estos hechos, por cierto, donde comienza nuestra historia:

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