lunes, 9 de octubre de 2017

El bosque suena, como el mar.


El bosque suena, como el mar.

Y se escucha más o menos, desde la misma distancia.

De hecho, una vez me concentré y hasta logré diferenciar
el sonido de los árboles.

Los pinos, por ejemplo, arrojan un sonido agudo, y algo chirriante.

Los eucaliptus, en cambio, suenan como si se estuvieran quebrando
y se negasen a caer.

Cosas así, fui descubriendo, alguna vez.

Intenté comunicarlo, incluso, pero nadie me creyó.

O tal vez me creyeron, pero no les interesaba
en lo absoluto.

Insistí, sin embargo, y busqué pruebas.

Hice varias grabaciones, para esto.

En distintos días,
con distintos tiempos…

Simplemente me sentaba cerca del bosque,
sacaba un micrófono,
y comenzaba a grabar.

Pasaba horas así,
tardes y noches enteras…

Y es que quise demostrar, entre otras cosas,
que no se trataba del viento.

Demostrar también, al mismo tiempo,
que no se trataba de animales…
solo el bosque.

Nadie, sin embargo,
intentó siquiera creer
aquello que resultaba evidente.

Cambiaban el tema.

O a lo más, decían no oír nada especial.

Por entonces, recuerdo,
me molestaban tanto las reacciones de esa índole,
que podía temblar de rabia.

Y claro, esa vez temblé de rabia,
escuchando al bosque
una y otra vez.

Fue así que comprendí, de paso,
que el bosque también temblaba.

Y su rabia era tan grande
como el bosque mismo
y anidaba en sus raíces.

No saben cómo me impacto comprender eso, en ese entonces.

Cómo me conmovió, incluso…

Hoy, en cambio,
todo me es indiferente.

Los otros.

El bosque.

La rabia.

No hay dudas, me digo,
solo en los infelices.

Y el bosque sigue sonando,
como el mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales