jueves, 12 de octubre de 2017

Prórroga.


I.

Prórrogas.

Solicitas prórrogas.

Siempre piensas que es la última, pero descubres luego que hay más.

Y claro… también descubres que en el fondo siempre existió una.

Solo una, me refiero.

Reiteradamente una.

La gran prórroga, podríamos llamarla.

La prórroga eterna, incluso…

Pero claro… ocurre que ni tú ni yo somos dados a los adjetivos.

La prórroga, decimos entonces, nada más.

Eso es lo que decimos.


II.

No solo es tiempo, sin embargo.

El contenido de la prórroga, digamos.

No solo es tiempo.

Y es que algo hay que perseguir, con la prórroga.

Un objetivo, entonces, que también está dentro.

Un plazo extra, contenido.

Y hasta incluso un para qué.

Dicho esto, no da miedo perseguir, si lo pensamos.

Si honestamente lo pensamos.

Lo que asusta es más bien no perseguir.

Dejar ir y que entonces la prórroga no sirva de nada.

Tiempo extra, digamos, sin un objetivo definido.

Dejar ir una y otra vez, entonces
algo que ni siquiera supimos,
que estuvo con nosotros.

Eso es lo que da miedo.


III.

La prórroga, decíamos.

Buscamos la prórroga cómo si dentro estuviese el día.

El día después, pensamos, del que no vivimos hoy.

El día del mañana, entonces.

De hecho,
en una galleta china nos salió ese mensaje,
si recuerdas.

Mañana será otro día, decía ese mensaje.

Pero claro… aprendimos que todo era una mentira.

Todo aquello que no se refería al hoy.

Y es que mañana será siempre el mismo día, mientras lo veamos de esa forma.

Con la prórroga al menos fuimos aprendiendo eso.

Bendito y maldito aprendizaje.

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