martes, 31 de octubre de 2017

Pintar la casa.


M. va a comprar pintura para renovar la casa.

Y es que el siquiatra le ha recomendado que lo haga como parte de su terapia.

Me refiero a pintar su casa, por supuesto, no solo comprar pintura.

La idea es mantenerse a flote, le dijeron. Y eso ayuda.

Entonces, M. junta un poco de dinero y va a comprar pintura.

La idea es comenzar con el interior, igual que en la terapia.

Tras pensarlo unos días se decide por un tono que encontró en un catálogo.

Es un color impreciso, ni siquiera tiene nombre.

Por esto, debe solicitarlo a través de una cifra que designa el tono.

Lamentablemente, anota mal el código y llegan a su casa, días después, tarros de pintura de un color que tampoco tiene nombre, y que además le desagrada.

A pesar de esto, M. quiere asumir su error y, durante el último fin de semana, pinta su cuarto con la pintura comprada.

Tras terminar y ventilar la habitación, M. se dedica a contemplar lo realizado.

Al día siguiente adelanta la sesión con el siquiatra.

Entonces M., un poco descontrolado, le dice al doctor que todo está peor, mientras le muestra el cuarto a partir de unas fotos sacadas con su celular.

-Es color mierda –dice M.

-¿Usted defeca de ese color? –pregunta el siquiatra.

M. vuelve a mirar las fotos.

-No –dice entonces-. Lo que pasa es que ni siquiera es mierda mía… Está pintado con la mierda de algún otro…

-¿Sabe de quién? –pregunta el doctor.

M. no responde.

Minutos después se acaba la sesión y M. vuelve a casa.

Eso es más o menos lo que ocurre.

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