miércoles, 25 de octubre de 2017

Vuelvo a leer a Kawabata.


Vuelvo a leer a Kawabata después de varios años.

Trato de encontrar algo que quizá no supe ver en alguno de sus textos.

Leo, por ejemplo, La bailarina de Izu.

También volví, estos días, a Lo bello y lo triste.

Y es que le tengo cariño a Kawabata.

No lo analizo, mientras leo.

Incluso olvido, rápidamente, las historias.

Sin embargo, creo sentir que algo me dice.

Que comprenda algo, por ejemplo.

O que respire hondo, cada día, hasta donde comienza uno.

Cosas así, creo que me dice.

Y claro, hasta me siento importante porque siento que me tiene buena.

Hace unos días, por ejemplo, cuando volvía a leer La bailarina de Izu, creo que me demostró eso.

Y es que más allá de historias previas con ese libro –estoy seguro que sonarían falsas si las cuento ahora-, ocurrió esta vez algo también extraño.

Todo sucedió mientras leía, de vuelta del trabajo, recordando esas historias previas y mirando el entorno.

Esta sensación se debía a que ese libro lo relaciono con una persona que fue muy importante, y también porque el cuento que da nombre al libro habla un poco de la confusión al creer que se comprende lo que es el amor, mientras se deja ir, quizá, al amor verdadero.

Pensaba en eso mientras venía, además de lo extraño de las historias anteriores y trataba de ver, al mismo tiempo, alguna señal, en el entorno.

No vi nada, en todo caso, salvo lo habitual.

Entonces simplemente me dediqué a leer, hasta que a pasos de llegar a mi casa observo a una chica que venía en dirección contraria y que parece sorprendida al verme.

No recuerdo mucho la situación salvo que ella, algo nerviosa, me dijo que estaba leyendo el mismo libro que yo, y sacó la Bailarina de Izu de su bolso, y me lo mostró.

Al verlo, yo no dije nada y ella se sonrojó y hasta pareció avergonzarse.

Luego de un par de segundos, extraños, ambos seguimos en la dirección que íbamos.

En esos segundos, por cierto, debo reconocer que sentí ligeramente el peso de no estar bien conmigo mismo.

No con tristeza sin embargo, sino como un recordatorio, de que el amor verdadero no se comprende si no nace desde el fondo de nosotros mismos.

Y claro, para que esto ocurra, debemos estar en paz con quienes somos.

Pasaron mas segundos.

Seguimos caminando.

No volví a mirar a la chica y fue entonces que respiré hondo, hasta donde comienza uno.

Recién entonces, sentí que estaba en condiciones de volver a leer a Kawabata, ahora sí, después de varios años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales