jueves, 26 de octubre de 2017

Comprensión.


I.

Hay una breve historia en los manga de Black Jack, en la cual el doctor, para mantener vivo a un joven, por petición de su padre, termina trasplantando el cerebro de un caballo en el cuerpo del hijo, ya fallecido.

El caballo, por otro lado, había sido un amigo inseparable del joven muerto, por lo que había existido un vínculo muy sólido entre ellos, lo que habría facilitado –según una breve explicación que aparece en la historia-, el éxito que tuvo de la operación.

Creo que comprendo profundamente esa historia.


II.

Cuando digo que comprendo profundamente esa historia quiero decir, en parte, lo siguiente:

Siento que comprendo al hijo muerto.

Siento que comprendo al caballo cuyo cerebro fue trasplantado al hijo.

Siento que comprendo al padre que paga por la operación.

Y siento que comprendo a Black Jack, cuando la realiza.

Siento que comprendo desde mí, me refiero, mientras dura la historia.

Desde el fondo de mí.

Y es –más allá de la brevedad y sencillez de la historia- una hermosa sensación.


III.

A veces me cuesta volver completamente a mí, luego de ciertas comprensiones.

Porque comprender es en parte salir desde uno y expandirse hacia los otros.

Aunque claro, no se trata de salir, como se sale de una casa.

Se trata más bien de diluirse un poco y salir de uno siendo uno mismo y abrazar aquello que comprendemos, y hasta crecer de esa forma.

 Cursi como suena, pero de eso se trata.

Mientras reviso unos discursos de mis alumnos, pienso en eso.

Quizá por eso es que me vuelvo un poco adolescente y recuerdo Black Jack.

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