viernes, 20 de octubre de 2017

Pastillas de menta sin sabor.


Un amigo me cuenta que para un trabajo en su universidad realizaron un experimento. Dicho experimento –bastante sencillo por lo demás-, consistía en ofrecer, a pequeños grupos de personas, pastillas de menta. Por lo general se elegían grupos que no se conocieran entre sí y las pastillas eran ofrecidas por alguien con una jerarquía mayor, que se comportaba con gran desplante y seguridad por lo que nadie solía reusarse a recibir dichas pastillas. El punto central es que dentro de estas siempre se incluía al menos una que no tenía sabor alguno. Luego de esto, se intentaba observar las reacciones de las personas y determinar quién fue el individuo que recibió la pastilla sin sabor.

Más allá de lo fome del experimento, mi amigo me comentaba las distintas conclusiones que fueron obteniendo a partir de sus observaciones, aunque lo que verdaderamente me llamó la atención fue la reacción de las personas al final de esta experimentación. Y es que por lo general, luego del experimento, se solía informar a la gente sobre lo que había sucedido (principalmente para que accedieran a facilitar sus referencias para un estudio final) y se les comentaba que a uno de ellos se le había dado una pastilla de menta sin sabor. Ante esto, además, se les preguntaba de forma escrita a la gente si creían ellos haber recibido la pastilla sin sabor, cosa que –y esto es lo que me extrañó-, más del 80% de los encuestados declaró que estaban seguros de ellos haber recibido la pastilla sin sabor (cada uno de ellos, me refiero), cuando solo el 15% aproximado de ellos la había recibido efectivamente.

Si sucediese eso con mis textos, pensaba yo entonces, siempre autorreferente, ¿serían capaces de reconocer, los supuestos lectores, la(s) pastillas sin sabor? Y claro, debo reconocer que en algún momento le saqué la menta a algunas de mis pastillas, para observar qué ocurría.

Lamentablemente, como casi no tengo lectores, tampoco tengo –prácticamente-, conclusiones que entregar a este respecto.

Antes de terminar aprovecho de comentar que este no es, aunque lo parezca, una de esas pastillas de menta sin sabor, a las que hacía referencia.

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