domingo, 9 de diciembre de 2012

El hombrecito que bailaba en mi cabeza.


*

El hombrecito que bailaba en mi cabeza
paró de pronto.

Se cansó.

Nunca hay que hacer las cosas a medias, me dijo.

Entonces,
a pocos metros de ahí
un niño ciego que tocaba el banjo
me apuntó con el dedo.

Luego siguió tocando el banjo
y después el acordeón.


*

No se sostiene simpática,
la vida,
como un poema de Prévert.

Por eso,
es necesario rastrillar las hojas muertas
y dejar lo vivo a solas.

Es decir:
sacar las hojas muertas
para que muera lo vivo
sin ver la muerte.

¿Qué…?

¿Para qué…?

¿Cómo que para qué…?

Para que no se dé cuenta, por supuesto.

Y para que no se arranque.


*

Una muchacha con un violonchelo
me contó que sabía tocar.

Me explicó sus técnicas,
sus estudios,
su trabajo a solas
y hasta su esfuerzo…

De hecho,
me comentó que en pocos días
tenía una importante audición
en la filarmónica.

Entonces,
le pedí que tocara algo.

No tengo tiempo ahora, me dijo,

Tengo que ensayar.


*

Que el agua quede suspendida,
revoloteando,
y que lluevan los pájaros.

Esa es la consigna del hombrecito
que alguna vez bailó
en mi cabeza.

La falta de ejercicio lo atrofia
y cada vez suena más inconexo…

Ahora mismo,
por ejemplo,
espera con ansias al circo
que prepara una función especial
para cada espectador.

Un niño cae de su cama, me dice,
mientras espera.

Luego insiste en que todo lo dicho
tiene claramente un sentido,
y me cuenta así la historia de un gato
que se puso a sí mismo
un cascabel.

3 comentarios:

  1. Ah, me ha encantado este hermosa prosa que va consiguiendo a medida que avanza la pequeña historia un gran interés. Así se cuentan algunas cosas y ellas nos toman de la mano. Lo malo es soltarse y perderse algunas veces entre este mundo cibernético de tantas llamadas sin promesas. Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Lavida tiene, según cómo la miremos, grandes contrasentidos.Vivir para morir sería uno...si es que uno obvia toooooodo lo que sucede en el medio.

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales