sábado, 3 de septiembre de 2011

Un tío, una tía y la Bertina.

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I.

El trofeo más feo que he visto está en la casa de un tío que vive en el campo. Se trata de un premio que le dieron por ordeñar la mayor cantidad de vacas durante todo un año.

-Pero no fue por eso exactamente -dice mi tío-, pues se premiaba calculando la cantidad de leche que extraíamos, no por el número de vacas.

Mi tío me muestra entonces, orgulloso, una especie de ubres de greda que están sobre un pedestal de madera, ennegrecido por los años, junto a una foto de la que fue mi tía, enmarcada en un metal dorado.

-No sé cuántos habremos concursado –continúa-, pero nadie se acercaba siquiera a mis marcas… y todos sabían que yo iba a ganar desde mucho antes, así que ese año yo era algo así como el mejor empleado del fundo…

Luego me explica que aquel concurso lo ganó hace poco más de 50 años y que fue por ese entonces que logró casarse con mi tía, a quien por cierto, nunca conocí.

-Ella estaba orgullosa –me explica-, y como además del trofeo me dieron 50 litros de leche me acuerdo que hicimos queso y que incluso lo servimos cuando nos casamos…

-¿Ella trabajaba ahí también? –pregunto yo.

-Sí, pues… todos trabajábamos ahí, si el fundo era súper grande… ni por hectáreas lo podían medir.

Luego mi tío sirve mate y lo compartimos en el patio.

Su casa es pequeña y de madera y está bastante descuidada, pues ya son varios años los que lleva viviendo solo.

-Ocho años desde que murió tu tía –me aclara- y cinco viviendo solo.

-¿Cómo… estaba con sus hijos?

-No pues, si no tuvimos hijos… se morían todos chiquititos -dice él, y yo me niego a indagar respecto a ese asunto.

Luego continúa, aunque con un tono distinto.

-Yo me refería a la Bertina… ella fue la que aguantó tres años más.

-¿Cuál Bertina…?

-La vaca, que teníamos con tu tía –me dice, mientras me invita a que caminemos detrás de la casa.

Una vez ahí me muestra dos lápidas casi iguales, hechas en madera y con unas inscripciones casi ilegibles.

-La de la izquierda es tu tía –señala, agachando la vista-. La otra es la de Bertina.

-¿La vaca?

-Dile Bertina, mejor –agrega, con un tono más serio-, ella no era una vaca cualquiera.


II.

Según mi tío, Bertina era la vaca más longeva de la que tenía conocimiento.

-Vivió más de cuarenta años –me dice-, siempre bien cuidada y resguardada de todo… si incluso cuando murió se veía jovencita…

-¿Pero cómo fue que murió…? –pregunto yo.

-Murió no más… si ni siquiera se vino abajo pa morir.

-¿Cómo?

-Que murió de pie, estaba parada cuando la pillé muerta… -me explica-. Estaba rígida.

Luego mi tío me lleva adentro de la casa y saca un álbum de fotos. Hay como dos de él con mi tía y unas diez o doce de Bertina.

-Ese cencerro se lo compramos una vez que fuimos a la ciudad –me dice-, y el lazo rojo se lo hizo tu tía…

-Eh… sí… es bonito. –Digo, improvisando algo.

Él sigue entonces mostrándome las imágenes y contándome otras intimidades de Bertina, hasta que recuerda que yo había ido hasta ahí solo por un par de horas, y porque debía decirle algo.

-¿Y qué es lo que venías a decirme, a todo esto? –me dice.

Y yo se lo digo.


III.

Entre otras cosas le cuento que una hermana de él –y tía mía, por supuesto-, me había encargado ir a verlo porque había soñado que mi tío estaba muerto.

-¿Que yo me había muerto? –dice él.

-Sí… es que como en la familia no saben nada de usted y ella siempre ha tenido esos sueños raros…

-O sea que si sueña que yo vuelo tú te arrendai un helicóptero y me vai a buscar por los aires –me alega, molesto.

-Bueno… no tanto… -me defiendo-, pero es que como usted no quiere teléfono y ellas no tienen como contactarlo…

Pero él sigue molesto y en silencio. Y lo cierto es que no se me ocurre cómo aliviar la situación. Y claro, es entonces cuando él me sorprende con una pregunta:

-¿Y sabes si en el sueño había una vaca?

-¿Qué…?

-Ya te dije… una vaca… la Bertina, para ser más exacto.

Yo le confieso que no sé, pero por congraciarme le digo que puedo averiguarlo y en un tiempo hacer otro viaje y darle la información.

-Eso estaría bueno –me dice-. Además si soñaron que estaba muerto, pero que me venía a buscar la Bertina… capaz que hasta sea cierto…

-¿Qué lo venga a buscar la Bertina?

-Claro… y que yo esté muerto, además.

-Pero usted está vivo…

-Yo creía lo mismo de la Bertina, hasta que pillé que estaba rígida –me dice, como si su argumento fuese incuestionable.

Entonces me percato que ya debo irme, y me despido algo nervioso para ir hacia el pueblo desde el cual debiese alcanzar justo el bus que se dirige hacia Santiago.

-Acuérdese de preguntar por el sueño –dice por último mi tío.

Y yo le aseguro que sí. Y me voy del lugar.

(No sé, si embargo, qué diré sobre el encuentro, cuando me pregunten en Santiago).

4 comentarios:

  1. soy una colombiana que adora a Chile, me alegro de encontrar tu pagina, ademas me encanta como escribes y paso momentos mágicos, encontrados, divertidos , asombro .....en fin que excelentes escritos, como si los viviera

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  2. Muchas gracias, aunque en septiembre he dentido todo lo escrito extraño y medio malo... he estado en cama con fiebre y cosas así, peo ya se arreglará. Cariños (y yo sueño con Colombia, literalmente, una vez me explicaron que un lugar con el que soñaba era la catedral de la sal...)

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  3. Espero que la fiebre se marche al país del invierno, y deje libre tus palabras para seguir tu mundo interno, el que nos comparte para viajar juntos a otras realidades, espero que te mejores pronto.

    Antiguas minas de sal, profundas, insondables, saladas y encantadora.

    Te esperamos en Colombia.

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