viernes, 23 de septiembre de 2011

La desaparición de Tyson.

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“¿En qué preciso instante deja una persona de ser
el que cree que es?”
D. G. (Tyson)
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I.

Tyson era un gringo que estudiaba ciencias políticas. Había venido de intercambio y nosotros le cambiábamos los dólares, para comprar cervezas con la comisión.

-Te van a cagar si vas tú, Tyson –le decíamos-. Tenís pura pinta de hueón…

-¿Penta de huón? –decía Tyson.

-Sí, y hasta el acento, así que déjanos ir a nosotros.

Y claro, nos quedábamos con algo así como el 20%.

De todas formas, Tyson no tenía problemas con los dólares, pues su padre tenía una empresa de productos químicos en Estados Unidos y le enviaba tanto dinero que Tyson necesitaba de nosotros para gastarlo.

Así, con el tiempo, Tyson comenzó a tomar con nosotros, aunque siempre se emborrachaba antes, por lo que yo le guardaba la billetera.

-Que la cuidar Vian –decía Tyson-. Él saca poco dinero…

Y era cierto. Yo sacaba menos que cualquiera de los otros, y me preocupaba de comprar cervezas de las más baratas, inclusive.

-Tú ser mi amigo –decía Tyson, a lo Forrest Gump-. Mi muy mejor amigo.

Y bueno, yo trataba de responder un poco a su confianza, aunque sin dejar de sentirme un tanto culpable, de vez en cuando.

Fue así que un día, mientras éramos los últimos tomando en los patios de la facultad, llegaron tres tipos gigantes a llevarse a Tyson, que estaba durmiendo la borrachera al lado de nosotros.

-Venimos a llevarnos al gringo –nos dijeron.

-¿Por qué? –preguntó un amigo.

-Porque el hueón debiese estar estudiando una ingeniería química… -dijo toscamente un gigante-, su padre nos envió para arreglar la situación…

Así, sin más explicaciones, dos de los gigantes levantaron a Tyson, que ni se inmutó.

Entonces fue que sentí que debía actuar… después de todo, yo era el muy mejor amigo de Tyson, y debía intentar algo.

Según me contaron algunos testigos alcancé a dar un golpe y luego caí directamente al suelo. Para peor, uno de mis amigos que se había metido en la disputa fue derribado también y cayó sobre mí, por lo que terminé con fisuras en algunas costillas.

Luego se llevaron a Tyson.


II.

Busqué a Tyson por varios meses. Es decir, no me avoqué completamente a aquello, pero consulté en su facultad y di vueltas por los lugares que frecuentaba, sin obtener resultados positivos.

Además, yo me había quedado con la billetera de Tyson, donde estaba su carnet de biblioteca, otros documentos sin importancia y cuatro billetes de cien dólares, que me negué a gastar en honor al gringo.

-No seai hueón, Vian –me decían mis amigos-. Sabís cuánta cerveza hay en esos billetes…

Pero yo me negaba. A pesar que nos alcanzaba para 600 cervezas de litro y 30 latas, según el cambio que nos daban en la tienda.

Fue así pasando el tiempo y la billetera quedó guardada en una caja con fotocopias y papeles viejos, mientras que yo me olvidé de Tyson y el dólar se desvalorizaba.

Y bueno… terminé la carrera, dejé de tomar en esas cantidades, comencé a trabajar de profe… y la sorpresa es que hace unos días me encuentro con Tyson afuera del colegio donde trabajo.

-Te estaba buscando –dijo el gringo, mostrándome un pack de latas de cerveza que llevaba en una mano.

Yo me acerque y le di un abrazo, mientras tapaba las cervezas con mi chaqueta, para que los alumnos no me vieran en esos pasos.


III.

La historia de Tyson, luego del episodio con los tres gigantes, puede resumirse en los siguientes puntos:

1. Su padre viajó a Chile y lo obligó a salirse de Ciencias Políticas, matriculándolo en una ingeniería química en una universidad del Sur.

2. Durante los años que duró la carrera, Tyson se vio obligado a reportarse con diversos gigantes que se preocupaban de las juntas y verificaban que las notas en la universidad fueran al menos aceptables.

3. Tyson se enamoró perdidamente de una compañera de carrera con quien estuvo a punto de casarse, hasta que la sorprendió acostándose con uno de los gigantes.

4. Desde hace un par de años Tyson trabajaba en un departamento gubernamental chileno, encargándose de incinerar algunos elementos decomisados por la policía.

-¡Quemai droga, hueón! –le dije.

-No, droga no –me dijo Tyson, con un español bastante mejorado-. Otros elementos. Debo preocuparme de combustiones especiales, según los productos.

-¿Por ejemplo?

-Juguetes tóxicos, pel+iculas pirateadas, máscaras decomisadas para burlarse del presidente… ¡ah!, y tengo unas cajas guardadas esperando encontrarte… por eso vine.

-¡Cajas con copete…!

-No… -dijo sonriendo Tyson- Nada de tragos en la caja, pero es sorpresa…

Fue así que tras tomar unas cuantas cervezas –sin duda menos que antaño-, fuimos con Tyson hasta una hermosa casa que tenía en una parcela, en el Cajón del Maipo, lejos de la ciudad.

Fue entonces que Tyson me hizo la pregunta:

-Dime Vian, ¿en qué preciso instante deja una persona de ser el que cree que es?

Yo miré a Tyson y comprendí que llevaba mucho tiempo dándole vueltas a esa pregunta, que por lo demás no parecía pretender que yo le contestase.

-¿Sabes? –continuó-. Duele acá quemar cosas…

Tyson se apuntaba el pecho.

-Es decir… vivo de eso… quemando cosas y me quedé como en medio… con todo quemado…

-Todos quemamos cosas… –intente decirle a Tyson, recordando además que nunca habíamos tenido la oportunidad de hablar en serio.

-Pero yo trabajo en eso… -arremetió Tyson-. ¡Vivo de eso! Es sucio, Vian… aunque todos son sucios… y duele...

Yo miraba a Tyson llorar y no sabía qué decirle.

-Yo no sé cómo se hace para que no duela… -me escuché decirle entonces-. Yo escribo y a veces me ayuda… pero no sé cómo se hace…

Pasó un rato así. Tyson me hablaba de la chica de quien se había enamorado y del dolor que decía sentir. Así, luego de contarme con detalles aquella historia, fue por las cajas.

-Son fuegos artificiales –me dijo, todavía llorando-. Los requisan porque están prohibidos y debo quemarlos… Tengo más de 60 cajas…

Yo lo escuchaba y no lograba entender qué se proponía.

-Quiero que me ayudes a quemarlos, Vian… -me dijo entonces-. Como en un acto de magia… ¿te acuerdas que a veces tú hacías magia?

-Sí, me acuerdo –le dije.

-Quiero irme Vian… -decía, con los ojos brillantes-, desaparecer como cuando los magos desaparecen a alguien y nadie sabe a dónde van… tú me vas a ayudar, porque eres mi amigo…

-¿Y qué debo hacer?

-Yo me voy uno de estos días… -me explicó-, tú vienes entonces y lanzas todos estos fuegos artificiales… así, cuando se acaben, yo quedo oficialmente desaparecido…

-¿Pero y tú?

-El mago no pregunta –dijo Tyson intentando sonreír-. El mago lanza luces y yo hago el resto…

-¿Pero estarás bien?

Tyson se lo pensó un poco.

-Estaré mejor –dijo al final.

Luego me fue a dejar al departamento, quedándose de paso a dormir en el sofá.


IV.

Cuando desperté, él no estaba, aunque había dejado las llaves de su casa y algunas indicaciones sobre cómo ponerle mechas a los fuegos artificiales de mayor tamaño.

Por otro lado, sé que no vale la pena buscar a Tyson, pues no podré encontrarlo, salvo que él me busque, como sucedió estos días.

Me hubiese gustado poder hablar un poco más con él, es cierto, decirle que ciertas cosas nos ocurren a todos y hasta devolverle la billetera… pero creo que es mejor respetar sus decisiones.

Por lo mismo, creo que será en estos días que iré a prender esos fuegos artificiales, y trataré de que sea una hermosa despedida.

Ustedes quizá puedan observarla, si están atentos… y tal vez hasta un poco del dolor de todos desaparezca también, en ese instante.

3 comentarios:

  1. Hermosa historia. Me agrada Tyson, ojala donde este algo de magia lo acompañe (mucha). Y a usted también.

    (Me tinca que eso de escribir sí ayuda, siquiera a calmar el alma)

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  2. Trabajar quemando cosas no debe ser agradable. Borrar del mapa lo que les resulte molesto e inconveniente a los de arriba, tampoco. Espero que Tyson logre desaparecer y aparecer de nuevo, renovado y fortalecido, destellando entre los más bellos fuegos artificiales, como los grandes magos.

    Muchas gracias por tus palabras y compañía. Te agradezco de verdad.
    Un abrazo.

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  3. también estoy de acuerdo en que escribir incluso nos permite liberar algunas de las cosas que nos atormentan.
    :)

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