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"El mundo
"El mundo
es el mejor invento
del mundo"
Escena I.
Toso.
Me apoyo contra una pared
El pecho y la cabeza me duelen con cada convulsión.
Tanto como para no acordarme hacia qué sitio me dirijo.
Toso y me inclino para escupir.
Pero al final vomito.
Avanzo unos pasos.
Me limpio con un pañuelo desechable.
Boto el papel en un basurero.
Se acerca una mujer.
Escena II.
La mujer se acerca y deja en el suelo un maletín.
A un metro o poco más del lugar donde me encuentro.
La mujer lleva lentes oscuros y no me dice nada.
Yo toso una vez más, pero siento que no suena natural.
Ella se va.
Yo me quedo.
Escena III.
Junto aire y me decido a respirar hondo y tomar el maletín.
Su peso es extraño.
Tanto como no poder adivinar qué es lo que lleva dentro.
Como me duele la cabeza, además, no intento hacerlo.
Simplemente lo llevo aparentando naturalidad
Hasta que me fijo que en el lugar donde yo estaba
Ha llegado un hombre con cierto parecido a mí
Mirando una y otra vez en varias direcciones
Como si alguien debiese entregarle algo.
Escena IV.
Llevo el maletín sin preocuparme más por aquel hombre.
Llego hasta mi biblioteca.
Toso.
A intertantos, descubro que el maletín no tiene cerraduras.
Toso un poco más, y me decido a abrirlo.
Adentro hay algo tan extraño que no distingo lo que es.
Pero tiene algo así como una bombilla.
Una de esas boquillas para inflar, me refiero.
Y yo inflo.
Escena V.
Tras numerosos intentos eso va tomando forma.
Pero como no me logro convencer sigo inflando.
Hasta que la figura ya no requiere interpretación alguna.
Entonces me doy cuenta que en el maletín también hay un cd.
Y lo coloco en mi radio.
“Infle con cuidado”, es lo primero que dice aquel cd.
Luego sigue:
“Piense mientras infla, en aquello de lo que quiere sanar”
“No deje de soplar hasta que se sienta un hombre nuevo”
Luego el cd se acaba.
Escena VI.
Quizá por el esfuerzo de inflar, me quedé dormido de improviso.
Sin toser, ni nada… solo dormido.
Tan profundo que no me doy cuenta que la figura esa, a medio inflar
Recorre mi biblioteca.
Tropezando a ratos y tosiendo de vez en cuando.
Refunfuñando incluso y alegando en voz alta:
“El hueón se murió antes de terminar de inflar”, dice.
“Está muerto a un costado, pero no tengo la fuerza para desaparecerlo”
“Solicito refuerzos”
Concluye.
Escena VII.
Tas pensarlo un poco decido atacar por sorpresa.
No entiendo el plan y estoy aún algo mareado, pero debo hacerlo.
Entonces, salto sobre aquello, y lo inmovilizo.
Intento incluso quitarle el aire, pero por alguna razón no sale.
“Insensato”, me dice entonces aquella cosa,
“Lo que yo contengo es lo que tú contenías y simplemente me preocupo
de hacerlo desaparecer” me dice.
Pero yo no lo escucho, simplemente intento vaciarle al aire.
Al final me decido por absorberlo yo mismo, y así resulta.
Luego vuelvo a toser e intento meter los despojos en el maletín.
Escena VIII.
Para cuando llegan los otros ya había entendido más la situación.
Les entregué el maletín diciendo que al final había podido solo.
“Aquí van los restos”, les dije.
Y ellos no demostraron sospechar nada.
Bromearon y contaron un par de cosas.
Luego se fueron.
Yo los miré alejarse y volví a entrar.
Estaba cansado, y tosía nuevamente.
Solo quería dormir un rato.
“¡Al diablo con explicar algo de todo esto!", me dije
E intenté entonces quedarme dormido.
Y es que era cierto:
Aquí no hay nada que explicar.
Toso.
Me apoyo contra una pared
El pecho y la cabeza me duelen con cada convulsión.
Tanto como para no acordarme hacia qué sitio me dirijo.
Toso y me inclino para escupir.
Pero al final vomito.
Avanzo unos pasos.
Me limpio con un pañuelo desechable.
Boto el papel en un basurero.
Se acerca una mujer.
Escena II.
La mujer se acerca y deja en el suelo un maletín.
A un metro o poco más del lugar donde me encuentro.
La mujer lleva lentes oscuros y no me dice nada.
Yo toso una vez más, pero siento que no suena natural.
Ella se va.
Yo me quedo.
Escena III.
Junto aire y me decido a respirar hondo y tomar el maletín.
Su peso es extraño.
Tanto como no poder adivinar qué es lo que lleva dentro.
Como me duele la cabeza, además, no intento hacerlo.
Simplemente lo llevo aparentando naturalidad
Hasta que me fijo que en el lugar donde yo estaba
Ha llegado un hombre con cierto parecido a mí
Mirando una y otra vez en varias direcciones
Como si alguien debiese entregarle algo.
Escena IV.
Llevo el maletín sin preocuparme más por aquel hombre.
Llego hasta mi biblioteca.
Toso.
A intertantos, descubro que el maletín no tiene cerraduras.
Toso un poco más, y me decido a abrirlo.
Adentro hay algo tan extraño que no distingo lo que es.
Pero tiene algo así como una bombilla.
Una de esas boquillas para inflar, me refiero.
Y yo inflo.
Escena V.
Tras numerosos intentos eso va tomando forma.
Pero como no me logro convencer sigo inflando.
Hasta que la figura ya no requiere interpretación alguna.
Entonces me doy cuenta que en el maletín también hay un cd.
Y lo coloco en mi radio.
“Infle con cuidado”, es lo primero que dice aquel cd.
Luego sigue:
“Piense mientras infla, en aquello de lo que quiere sanar”
“No deje de soplar hasta que se sienta un hombre nuevo”
Luego el cd se acaba.
Escena VI.
Quizá por el esfuerzo de inflar, me quedé dormido de improviso.
Sin toser, ni nada… solo dormido.
Tan profundo que no me doy cuenta que la figura esa, a medio inflar
Recorre mi biblioteca.
Tropezando a ratos y tosiendo de vez en cuando.
Refunfuñando incluso y alegando en voz alta:
“El hueón se murió antes de terminar de inflar”, dice.
“Está muerto a un costado, pero no tengo la fuerza para desaparecerlo”
“Solicito refuerzos”
Concluye.
Escena VII.
Tas pensarlo un poco decido atacar por sorpresa.
No entiendo el plan y estoy aún algo mareado, pero debo hacerlo.
Entonces, salto sobre aquello, y lo inmovilizo.
Intento incluso quitarle el aire, pero por alguna razón no sale.
“Insensato”, me dice entonces aquella cosa,
“Lo que yo contengo es lo que tú contenías y simplemente me preocupo
de hacerlo desaparecer” me dice.
Pero yo no lo escucho, simplemente intento vaciarle al aire.
Al final me decido por absorberlo yo mismo, y así resulta.
Luego vuelvo a toser e intento meter los despojos en el maletín.
Escena VIII.
Para cuando llegan los otros ya había entendido más la situación.
Les entregué el maletín diciendo que al final había podido solo.
“Aquí van los restos”, les dije.
Y ellos no demostraron sospechar nada.
Bromearon y contaron un par de cosas.
Luego se fueron.
Yo los miré alejarse y volví a entrar.
Estaba cansado, y tosía nuevamente.
Solo quería dormir un rato.
“¡Al diablo con explicar algo de todo esto!", me dije
E intenté entonces quedarme dormido.
Y es que era cierto:
Aquí no hay nada que explicar.
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