“Dormir en paz,
ya que no lo hacen los muertos.”
Enrique Lihn
.ya que no lo hacen los muertos.”
Enrique Lihn
Un alumno que estuvo de viaje para las fiestas patrias en el norte de Chile me muestra una foto. Se trata de una plaza de la ciudad donde venden artesanías y algunas antigüedades, y entre esos puestos había uno que vendía libros viejos.
-¿Y compraste alguno? –le pregunto.
-No... –me contesta él-. Pensé en preguntarle por alguno, pero usted apenas me saludó…
-¿Cómo?
-Que apenas me saludó de lejos y yo no quise ir a molestarlo.
-¿Cuándo…? No entiendo.
-Ahí… en la plaza…
-Pero si yo no he ido allá –le digo-. Me tienes que haber confundido…
-Profe, era usted, si hasta compró un libro de ese poeta que tuvimos que hacer la guía…
-¿Lihn?
-Sí, de ese… un libro blanco, delgado, pero medio grande…
-Mmm… ¿le viste el título?
-No, porque usted lo tenía en la mano… mire, si en la foto se ve…
Entonces me fijo mejor en la foto. Él me la muestra desde una cámara que permite hacer zoom en la imagen, así que me fijo en la figura.
-Ve que es usted –me dice mi alumno, sonriendo-, ¿por qué no quiere decir que fue? Si no lo vi en nada malo…
Vuelvo a fijarme en la foto. El libro era “Pena de extrañamiento”, de Enrique Lihn, la primera edición, que tengo por ahí en la biblioteca…
-Si está hasta con la chaqueta esa, con que vino unas veces… -agrega, mientras acercamos la imagen.
Entonces me quedo en silencio. No me sobresalto ni digo nada, pues la situación podía ser aún más absurda y además el alumno debe irse a su casa…
El problema, sin embargo, es que la figura en la imagen era yo, sin duda. Reconocí la ropa, y hasta el rostro se alcanza a ver de forma nítida…
-Yo estaba ahí, -me digo entonces-, no puedo negarlo. Quizá no pueda entenderlo, pero hay cosas que pueden ser ciertas y no demostrables, o que se demuestran y pueden no ser ciertas… eso no es un indicador absoluto…
-¿Qué dice, profe…?
-Eh… nada… disculpa…
-¿Quiere que le mande la foto?
-…
-También tengo otra en que sale cerca de una mujer… yo pensé que estaban juntos y le iba a sacar la foto para mostrarla acá… pero después me di cuenta que no andaban juntos, aunque siempre estaban cerca, pero como que no se veían… y además miraban las mismas cosas…
No sé bien qué más me dijo aquel niño. Supongo que describió a la mujer, aunque para mí era algo ya innecesario.
-¿Te puedo pedir un favor? –le dije entonces.
-¿Qué cosa…?
-¿Puedes borrar esas fotos?
-¿Que se las mande y después las borre?
-No, solo que las borres… ahora incluso, por favor…
-¿No le gustan las fotos?
-Eh… no, no me gustan –acepté-.
-¿Y me daría alguna décima si las borro?
-No… pero una bebida, si quieres.
Fue así que cerramos el trato. Le compré una bebida en lata y él borró las fotos.
-¿Estás seguro que no salgo en otra? –le pregunto antes que se vaya.
-Sí, no sale más… después vienen unas que saqué en la playa…
Cruzamos un par más de palabras y él se fue. Yo, en cambio, intenté no pensar en nada, ni buscar explicaciones…
Y sí… es cierto, puede no ser la opción más sana en todo esto, ¿pero saben? Esa es, a fin de cuentas, la única opción que me es posible elegir, hoy en día.
-¿Y compraste alguno? –le pregunto.
-No... –me contesta él-. Pensé en preguntarle por alguno, pero usted apenas me saludó…
-¿Cómo?
-Que apenas me saludó de lejos y yo no quise ir a molestarlo.
-¿Cuándo…? No entiendo.
-Ahí… en la plaza…
-Pero si yo no he ido allá –le digo-. Me tienes que haber confundido…
-Profe, era usted, si hasta compró un libro de ese poeta que tuvimos que hacer la guía…
-¿Lihn?
-Sí, de ese… un libro blanco, delgado, pero medio grande…
-Mmm… ¿le viste el título?
-No, porque usted lo tenía en la mano… mire, si en la foto se ve…
Entonces me fijo mejor en la foto. Él me la muestra desde una cámara que permite hacer zoom en la imagen, así que me fijo en la figura.
-Ve que es usted –me dice mi alumno, sonriendo-, ¿por qué no quiere decir que fue? Si no lo vi en nada malo…
Vuelvo a fijarme en la foto. El libro era “Pena de extrañamiento”, de Enrique Lihn, la primera edición, que tengo por ahí en la biblioteca…
-Si está hasta con la chaqueta esa, con que vino unas veces… -agrega, mientras acercamos la imagen.
Entonces me quedo en silencio. No me sobresalto ni digo nada, pues la situación podía ser aún más absurda y además el alumno debe irse a su casa…
El problema, sin embargo, es que la figura en la imagen era yo, sin duda. Reconocí la ropa, y hasta el rostro se alcanza a ver de forma nítida…
-Yo estaba ahí, -me digo entonces-, no puedo negarlo. Quizá no pueda entenderlo, pero hay cosas que pueden ser ciertas y no demostrables, o que se demuestran y pueden no ser ciertas… eso no es un indicador absoluto…
-¿Qué dice, profe…?
-Eh… nada… disculpa…
-¿Quiere que le mande la foto?
-…
-También tengo otra en que sale cerca de una mujer… yo pensé que estaban juntos y le iba a sacar la foto para mostrarla acá… pero después me di cuenta que no andaban juntos, aunque siempre estaban cerca, pero como que no se veían… y además miraban las mismas cosas…
No sé bien qué más me dijo aquel niño. Supongo que describió a la mujer, aunque para mí era algo ya innecesario.
-¿Te puedo pedir un favor? –le dije entonces.
-¿Qué cosa…?
-¿Puedes borrar esas fotos?
-¿Que se las mande y después las borre?
-No, solo que las borres… ahora incluso, por favor…
-¿No le gustan las fotos?
-Eh… no, no me gustan –acepté-.
-¿Y me daría alguna décima si las borro?
-No… pero una bebida, si quieres.
Fue así que cerramos el trato. Le compré una bebida en lata y él borró las fotos.
-¿Estás seguro que no salgo en otra? –le pregunto antes que se vaya.
-Sí, no sale más… después vienen unas que saqué en la playa…
Cruzamos un par más de palabras y él se fue. Yo, en cambio, intenté no pensar en nada, ni buscar explicaciones…
Y sí… es cierto, puede no ser la opción más sana en todo esto, ¿pero saben? Esa es, a fin de cuentas, la única opción que me es posible elegir, hoy en día.
Afortunadamente siempre tenemos una hoja en blanco
ResponderEliminardonde podemos refugiarnos o perecer.
Helena.-
Gracias por las lecturas y comentarios, Helena.
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