lunes, 12 de septiembre de 2011

Vian y la guerra contra los objetos (Parte final)

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Es extraño, porque en el fondo no sé hasta qué punto creo o entiendo realmente lo que ella me pide, pero el caso es que decido jugármela e ir al encuentro hasta vestido para la guerra: traje de camuflaje, armamento… todo con tal de que una chica pueda creer todavía en aquél en quien decidió creer, aunque no haya elegido al mejor espécimen, para esto.

Y es que no sé cómo se pelea contra los objetos, ni hasta qué punto es esta una batalla que pueda ganarse, pero son tan pocas las veces que me es posible ver a alguien creyendo en algo, que siento correcto el jugármela por esas creencias, aunque no tenga claro, hoy en día, si son también parte de aquello en que yo también creo.

Es entonces cuando comienza a pasar la hora y en vez de encontrarme con ella, me encuentro con una carta, junto a mis pies:

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Vian:

Ayer me quedó dando vuelta una frase. Creo que en ella yo confesaba que lo único que hago, en el fondo, es buscar razones para ser feliz. No sé si lo dije tan claro, de hecho, pero si no fue así, prefiero decirlo hora, desde un primer minuto, y confesarme.

Creo que tenías razón en dudar de mis creencias. Es decir, razones de más para ponerme en duda. Y ante todo, te libero de la obligación de seguirme en estas ideas absurdas que se me cruzan por el camino, simplemente por la necesidad que tenemos todos de creer en algo.

Y claro, yo elegí creer en algo que definí como “lo humano” y que solo podía existir en oposición a los objetos, pero quizá me equivoqué… y se trata solamente de intentar atrapar al paso una de esas razones para vivir, que tanto nos faltan.

¿Viste alguna vez esos concursos donde una persona era metida en una especie de tómbola, llena de cosas en movimiento? Yo tengo una imagen grabada de aquello. Era una mujer a quien metieron en una de esas tómbolas. Era un aparato lleno de billetes, donde ella debía atraparlos, mientras el viento soplaba, y debía sacar, además, la mayor cantidad posible por una ranura.

Pero el caso es que cuando los billetes comenzaban a moverse, la mujer se quedaba quieta. Totalmente quieta. Recuerdo que al animador del programa le daba risa. Y yo sentía pena por esa mujer, y me hubiese gustado entrar en esa tómbola y abrazarla y decirle que eso importaba una mierda, que solo eran objetos, dando vueltas, y que podía quedarse quieta sin problemas.

Fue así que esa mujer fue la única en no sacar ningún billete de esa cámara. Y quizá fue mi primera imagen de esa guerra contra los objetos en que intentaba hacerte participar, aunque sin tener realmente las cosas claras.

¿Y es que sabes, Vian? Creo que he terminado por comprender que la humanización de las cosas simples, y la deshumanización de esas mismas cosas, es en el fondo parte de un solo proceso… es decir, el espíritu humano, los afectos… y hasta las cosas… quizá están rellenas de lo mismo, y no nos damos cuenta.

Así, creo que he llegado a aceptar tu postura, esa que te hacía dudar de sumarte a mi propuesta… y es que esa poética de las cosas vivas, sumada a la armonía de los objetos, que tanto me aterraba, quizá nos puede llevar al ser humano como objeto, y valorarlo certeramente, con escalas más fijas…

Me acordaba por ejemplo de un experimento que hice una vez, que tenía por objeto central a un llavero. Y es que para mí, los llaveros eran algo así como el pasaporte de las cosas, el vínculo final… Así, sucedió que por broma le cambié las llaves del llavero a una persona, y fui con ella hasta su casa. Fue entonces que esa persona intentó una y otra vez abrir las puertas con esas llaves, sin percatarse del cambio… Me acuerdo que yo comencé a asustarla: “¿y si esa no es tu casa?” le decía… “¿qué pasa si esas no son tus cosas y nuca has tenido nada?”… Y claro, la persona en cuestión comenzó a desesperarse, como si realmente lo hubiese perdido todo… hasta que confesé lo ocurrido, quizá demasiado tarde.

Creo que contigo intenté hacer algo parecido… Discúlpame por el tiempo que te hecho perder, pero es que soy tan tonta a veces, Vian… ¡tantas las ganas de creer que tiene una…!

¡Si supieras cuáles eran mis sueños…! Eran tan absurdos, Vian… Imagínate que yo soñaba con ver a las personas abandonando las ciudades, descubriendo que no están atados a las cosas y decidiendo dejarlas de lado, simplemente… una salida noble, pensaba yo, dejar las ciudades vacías… como los mayas… como si esa fuese la única manera que tuviéramos para no avergonzarnos de nuestra propia vida… pero la vergüenza era solo mía, y supongo que es algo que debo afrontar individualmente.

Y es que así como podemos abandonar, creo que descubrí que también podemos continuar con la vida del otro… retomar la ciudad, sus objetos… y hasta acrecentarlos.

Y claro, duele aceptar esto… y cuesta reconocer que el sueño fue siempre solo uno… que soñamos fragmentos de algo y le damos un significado completo, hasta que nos damos cuenta que el sueño era en realidad más grande, y nos sentimos ingenuos, por haber creído que esas cosas pequeñitas contenían un mensaje completo…

Supongo que cuando nos morimos vemos ese sueño completo, Vian, y hoy lo he visto, así que supongo que en cierto sentido esto es también una despedida definitiva.

Quizá hubiésemos sido una buena pareja de batalla, pero te dejo para que sigas siendo tú, el único héroe de tus escritos.

Te lo digo con afecto. Y sin reproches.

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Esa es la carta que encuentro. Hay cosas que debo comprender, pero sobre todo debo aprender a comprender a tiempo, y no poner todo en duda, al menos en primera instancia.

Y es que a veces el tiempo se nos va y las cosas realmente importantes se dispersan, porque no tienen forma propia, como el agua.

Así es como se alejan las personas que amamos y a veces es así también como nos perdemos nosotros mismos.

La guerra, por tanto, no es solo contra los objetos, sino ante la búsqueda de transformar en objetos aquellas cosas puras e incontenibles, para intentar comprenderlas de la forma equivocada.

Ante esto, solo me queda reforzar esa idea cursi de que el amor no es un objeto, ni puede llegar a serlo.

Ojalá nunca lo pongan en duda.

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