jueves, 10 de febrero de 2011

Donde se habla de porcentajes, de una piedra con la forma biológica de un corazón, y se entrega un diagnóstico certero.

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I.

El 100% de mis amigos médicos tiene conductas obsesivas, dadas en función de la forma en que ven el mundo a partir de sus estudios.

Por ejemplo, tengo un amigo cardiólogo –de hecho es mi único amigo doctor y por lo tanto constituye el 100% que les mencionaba antes-, que me contó una historia extraña el otro día, cuyo centro podía localizarse en la manía de encontrar la forma del corazón –la forma biológica por supuesto y no aquella caricaturizada-, en una serie de elementos presentes en su entorno, aunque, para la historia en cuestión, baste decir que le ocurría con piedras.

Por lo demás, desconozco si esto le ocurrirá también a los médicos con otras especialidades –pienso por ejemplo en los urólogos, lo que podría resultar bastante incómodo-, o a otros profesionales o gente que realiza distintos oficios, pero lo cierto aquí es que a ese amigo doctor le ocurría, y que ese es el punto de inicio para la historia que él me contó.


II.

Mi amigo doctor tiene dinero, pero tiene problemas, por lo que, a primera vista, coincidimos sólo en una de sus características.

Su problema, sin embargo, está localizado de tal forma que, también a primera vista, puede parecer algo fácil de solucionar, o de extirpar, para usar su jerga… pero –si analizamos detenidamente su situación-, encontraremos un elemento complejo que se ha desarrollado a partir de lo absurdo y aparentemente simple que existe al interior de aquel mismo problema.

Intentaré explicarlo a partir de hechos:

a) Mi amigo doctor un día encuentra con su mujer -quien según recuerdo era enfermera-, una piedra de un color verdoso que tenía la forma biológica de un corazón, e incluso su mismo tamaño.

b) Ellos llevan la piedra a la casa que han comprado recientemente y le dan un lugar privilegiado en el dormitorio, junto a una luz que además era la última que apagaban en la pieza, por lo que la piedra constituía también el último de los objetos que desaparecía al instalarse la oscuridad.

c) Pasan unos años y la pareja se distancia. Venden la casa y ella se va a un programa especial en el extranjero. Él compra un nuevo departamento, más amplio que el anterior ante la posibilidad de una nueva pareja o tener hijos algún día, pero lo cierto es que los cuartos sólo sirven para apilar otro tipo de elementos, o simplemente permanecen vacíos.

d) Él se olvida de la piedra por algunos años. Y de su ex mujer, por cierto. No hay correspondencia ni comunicación de ningún tipo con ésta última y la piedra no aparece ni siquiera en sueños. Entonces, mi amigo doctor va de vacaciones a un lago donde encuentra, botada entre otras miles de piedras, aquella con forma de corazón que había estado en su dormitorio.

-¿Pero estás seguro que era la misma piedra? –Le pregunté entonces.

-Un 100% -Me aseguró él.


III.

Si bien la seguridad que se esconde tras un 100% me ha parecido siempre relativa –véase por ejemplo la fragilidad y el cuestionamiento del primer 100% mencionado en este texto-, decidí de todas formas confiar en la sensatez y claridad de un médico que, además de amigo, era el paradigma –hasta ese entonces al menos-, de la estabilidad y cordura que siempre he carecido.

-¿Me entiendes? –Insiste-. Imagínate algo terminado en tu vida, algo perdido porque dejó de ser importante con el tiempo, y encontrado de pronto por mero azar… por una serie de circunstancias que, a pesar de todo pueden resultar inexplicables…

-Ya. –Le digo yo.

-¿Ya qué?

-Que ya me lo estoy imaginando.

-Pero fíjate bien… -agrega-, es más complejo que eso… el haber encontrado esa primera piedra ya en una primera instancia era una gran casualidad… pero olvidarla, que pasen años, y luego encontrarla a más de mil kilómetros y en medio de miles de piedras en la orilla de un lago, es algo que debiese a uno hacerle cuestionar algunas cosas.

-¿Cosas como qué? –le pregunto.

-Todo po, hueón –contesta-. La vida… la existencia entera… el 100% de todo, podríamos decir…

-¿Aunque la piedra represente en sí misma un porcentaje mínimo?

-Claro –insiste él-, como un eje, una pieza fundamental… el motor de algo que incide en el 100% de ese algo...

-¿Como un corazón?

-No sólo el corazón, puede ser el hígado, los pulmones, o hasta una parte pequeñita de nuestro sistema, todo tiene su función… o sea todo puede ser un eje central en ese sentido…

-Menos el apéndice –interrumpo.

-No estoy seguro, -se defiende-. Yo una vez leí un estudio que hacía un seguimiento a personas cuyo apéndice había sido extirpado y que comprobaba que existía en ellas una serie de cambios luego de habérseles realizado dicha intervención.

-Pero todos cambiamos… eso no significa nada.

-¡No…! –me contesta, exaltado-, no todos cambiamos… yo al menos me di cuenta de eso… gracias a esa piedra.


IV.

-El caso es que yo tenía una memoria formidable –dice mi amigo-, por lo que comencé poco a poco a rastrear en en ella las referencias que tenía de esa piedra… y descubrí que en el último periodo en que vivimos con mi ex…

-Pero todavía están vivos… -interrumpo.

-Me refiero a cuando vivíamos juntos –aclara, algo molesto-.

-Ah, disculpa…

-Bueno, descubrí que en ese último periodo la piedra ya no estaba en el dormitorio.

-¿Y dónde estaba?

-No sé po hueón… ese es el punto, no sé si fue mi ex quien la sacó, o si sucedió alguna otra cosa…

-¿Otra cosa como qué?

-No lo sé bien. Pero no tiene que ver con el hecho del movimiento de la piedra, sino el desplazamiento de su condición de eje, o de motor…

-¿Como si esa piedra con forma de corazón hubiese dejado de ser el corazón de ustedes dos?

-Exacto –me dice él-. Pero sin perder su forma, ni su estado.

-…

-¿Y? ¿Qué crees del asunto? –me pregunta entonces él-. ¿O cuánto?

-¿Cómo cuánto… un porcentaje te refieres?

-Claro.

-No lo sé. Podría decir que un 100%, pero de todas formas habría algo que no cabría dentro de ese porcentaje -concluyo.


V.

La historia de mi amigo doctor se complementa sin embargo, con otros datos.

El principal de ellos es su intento de encontrar nuevamente a su ex mujer, cuestión que ha sido, hasta el día de hoy, un rotundo fracaso.

De hecho, a pesar de su buena memoria, mi amigo me cuenta que ni siquiera logra acordarse del rostro de su mujer, cosa que es extraña pues dice recordar con detalle, por ejemplo, los rostros que tenían incluso sus primeros pacientes.

-Entonces es como si no la hubieray encontrado dos veces… -le digo.

-Claro –contesta-, ni a ella entera, ni a su rostro… O sea, su cuerpo lo recuerdo perfecto, pero con su rostro me pasa algo extraño… ¿sabes qué me ocurre cuando sueño con ella?

-No tengo cómo saberlo –le digo.

-Pues en vez de soñarla con rostro, ella se muestra a mí con la piedra como cabeza…

-¿La con forma de corazón?

-Esa misma. –Me aclara.

Por último, -y porque no sé en realidad cómo ayudar a mi amigo-, le pregunto si ha consultado a un especialista en estas cosas.

-No po hueón –me dice-, por eso te preguntaba a ti.

-¿Y se supone que yo soy especialista en estas cosas?

-Claro po hueón… digamos que también tenís una especialidad… y siempre he pensado que es ésta.

Yo entonces me tomo un tiempo como para diagnosticar. Y para entender un poco más. Y hasta siento un poco que aquello que le sucede puede en parte ser síntoma de una epidemia… de una enfermedad secreta cuyos efectos finales pueden incluso no ser perjudiciales, aunque hasta el día de hoy, los desconozco.

Por otro lado, pienso que es absolutamente necesario que una historia –o una vida incluso si la entendemos como una historia-, deba tener un corazón… o algo así como una piedra secreta que sea su motor… su eje, y que no es necesariamente la piedra misma…

Es decir, sí es como una piedra… pero como una piedra dentro de otra piedra, o como un corazón dentro de otro corazón…

-¿Me vas a dar o no el diagnóstico? –me apura él, interrumpiéndome.

Y entonces yo se lo doy.

Y se acaba esta historia.
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1 comentario:

  1. m...
    anoche soñé con usted, no tenía por cabeza una piedra pero... de hecho no tenía cabeza, ni cuerpo, era como una nube y le acompañaba una nube chiquitita (que en el sueño lo recuerdo como su hijo)
    el asunto es que estaba quedando la cagá con las nubes atrás, yo iba como volando medio cansada y me encontré con ustedes, que parecían nubes más calmas y apartadas por lo demás (de hecho los encontré al final de mi recorrido aéreo), entonces, extrañamente, yo quería que escucharan dos discos; "When" de Vincent Gallo y "Transa" de Caetano Veloso.
    Fui a buscarlos para que los escucharan, parecía de mediana urgencia, pero estaba tan cansada y dormida que se me caían las cosas y a ratos se me cerraban los ojos (parece que dormía a ratitos en el sueño), después se fueron y no pudieron escucharlos.
    Si puede descárguelos, por estos días anduve medio rallada escuchando esos discos, quizás por eso...

    Me despido, ya que en un par de horas me marcho rumbo al norte acompañada por la lluvia y alguien más que tiene que ver con eso del eje que hablaba, voy completa.
    Muchos saludos.

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